Medio en serio medio en broma, los surrealistas franceses formularon
este principio: "Toda diligencia exterior a su objeto, resulta estéril
desde su inicio". O, si lo prefieren, "Todo esfuerzo exterior a su
propósito, resulta estéril desde el principio".
Eso fue lo que le pasó a la oposición venezolana cuando se lanzó a la subversión para "sacar al dictador", sin detenerse a pensar que:
"Dictador es la persona que dicta leyes y ordena al pueblo sin concederle ningún derecho a la discusión. La dictadura es un sistema de gobierno que tiene los siguientes rasgos. 1) Inexistencia de leyes o acuerdos a los que el o los gobernantes deban atenerse; 2) Poder absoluto; 3) Ocupación del gobierno violando leyes instituidas; 4) Inexistencia de un sistema regular de sucesión; 5) Utilización del gobierno en beneficio de una pequeña minoría; 6) Sumisión de los subordinados por medio del temor; 7) Concentración de la autoridad en manos de un individuo y 8) Uso de métodos terroristas".
Nicolás Maduro no encaja ni a martillazos en esta definición, sin importar lo que se diga de su gestión. La "dictadura" en Venezuela es tan inexistente como las "armas de destrucción masiva" de Irak. Una mentira para justificar una acción.
Una vez lanzada por ese barranco conceptual, léase embuste con spoilers, la MUD desperdició su gran oportunidad de hacer política y ganar adeptos desde la AN, con decisiones y leyes populares, "demostrando" que podían gobernar mejor… Estaban apurados, veían la presidencia al alcance de la mano, tenían el ejemplo y los manuales de las exitosas "revoluciones de colores", el apoyo de Washington, Madrid, Londres y Berlín, y una sobredosis de suficiencia: desde el primer día se dedicaron a hostilizar al chavismo, a desconocer al Estado y a "joder, joder, para tomar el poder".
Resultado: después de repetir (ignorantes de la historia) las prácticas subversivas urbanas de la izquierda en los 60’s, sólo obtuvieron rechazo general, perdieron autoridad moral, perdieron poder de convocatoria, y finalmente perdieron la calle vencidos por simples medidas de orden público. Con la AN en desacato y cada vez con menos apoyo, necesitados de una nueva legitimidad, lanzaron al aire el último cohete mojado de un burlesco "plebiscito" y, luego, aplastados por 8 millones de razones de la Constituyente, perdieron todo significado. Se volvieron insignificantes. No hay que dejarlos recuperar protagonismo: ya no son sino otra ONG que trabaja para el extranjero.
Ahora el juego político está del lado bolivariano, al interior de la Constituyente, y en la interacción entre gobierno y poder popular. Ahora en la ANC se expresan las dos alas del chavismo: reforma y revolución, revolución nacional y revolución social, ambas antiimperialistas. Compiten, sin romper la unidad, aquellos que quieren administrar mejor lo existente ("lo que hay"), y los que quieren administrar la transformación permanente de la sociedad, y reinventar el socialismo. De esa contradicción debe nacer la síntesis que seremos.
En otras palabras: en la ANC se manifiesta la lucha de clases, el verdadero diálogo político de la Nación que, gracias a Chávez y ahora a Maduro, transcurre en paz, en diálogo y tolerancia. Los constituyentes no sólo tienen como misión la defensa y contraataque en la guerra económica, y el saneamiento de la justicia, sino que, una vez reafirmado quién es el dueño de los recursos, definir quién debe ser el verdadero dueño de los medios de producción y distribución, y así organizar el paso de la democracia participativa a la democracia directa.
En la Constituyente venezolana habrá diferencias, divergencias y polémicas, pero no disidencia, que en fortaleza asediada equivale a traición. Las propuestas llueven: Luis Britto García en su artículo "La Hora de la Verdad" ha presentado un programa mínimo, una agenda para entrar en materia: cómo taponar las vías de agua constitucionales que amenazan con hundir la nave de la República. Con 17 años, la revolución bonita pasa de jovencita a mujer emancipada, libre y combativa.
Porque al mismo tiempo que las medidas urgentes, la ANC deberá redefinir los objetivos, el tiempo y el modo de la revolución bolivariana. Y no con formulaciones teóricas sino con actos legislativos de resultados prácticos. Ese es el verdadero debate de nuestro tiempo, y que avanzará "como los astros, sin prisa, pero sin pausa", como decía Goethe; porque este proceso no es una tormenta sino un rio majestuoso y fecundo, lento e indetenible. Porque, para citar a nuestro amado Andrés Eloy Blanco: "La insurrección es un puñal, pero la revolución es una vaina".
El primer logro de la ANC es su propia existencia en actos. Lo que sigue no puede ser menos. A sus 545 miembros, que son voceros y no "representantes" del pueblo, les espera la tarea titánica de continuar la refundación de Venezuela. No les está permitido fallar. Y para que no fallen se les debe apoyar: no sólo exigirles, sino acompañarlos, hacer con ellos y para ellos. Esta, que muchos llaman "última oportunidad" es, en realidad, la primera para sincerar la revolución y apretarle las tuercas a capitalistas y burócratas, a vividores y conformistas.
La Asamblea Nacional Constituyente no puede cometer el error que cometió la MUD con la AN: limitarla a la política inmediata. Debe legislar –y gobernar- hacia el futuro, hacia un socialismo más allá y más acá de la retórica y las proclamas. Hacia la revolución práctica y la práctica revolucionaria.
Lo demás es lo de menos: Bolívar y Chávez nos enseñaron a enfrentar imperios.
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TIENDA
Eso fue lo que le pasó a la oposición venezolana cuando se lanzó a la subversión para "sacar al dictador", sin detenerse a pensar que:
"Dictador es la persona que dicta leyes y ordena al pueblo sin concederle ningún derecho a la discusión. La dictadura es un sistema de gobierno que tiene los siguientes rasgos. 1) Inexistencia de leyes o acuerdos a los que el o los gobernantes deban atenerse; 2) Poder absoluto; 3) Ocupación del gobierno violando leyes instituidas; 4) Inexistencia de un sistema regular de sucesión; 5) Utilización del gobierno en beneficio de una pequeña minoría; 6) Sumisión de los subordinados por medio del temor; 7) Concentración de la autoridad en manos de un individuo y 8) Uso de métodos terroristas".
Nicolás Maduro no encaja ni a martillazos en esta definición, sin importar lo que se diga de su gestión. La "dictadura" en Venezuela es tan inexistente como las "armas de destrucción masiva" de Irak. Una mentira para justificar una acción.
Una vez lanzada por ese barranco conceptual, léase embuste con spoilers, la MUD desperdició su gran oportunidad de hacer política y ganar adeptos desde la AN, con decisiones y leyes populares, "demostrando" que podían gobernar mejor… Estaban apurados, veían la presidencia al alcance de la mano, tenían el ejemplo y los manuales de las exitosas "revoluciones de colores", el apoyo de Washington, Madrid, Londres y Berlín, y una sobredosis de suficiencia: desde el primer día se dedicaron a hostilizar al chavismo, a desconocer al Estado y a "joder, joder, para tomar el poder".
Resultado: después de repetir (ignorantes de la historia) las prácticas subversivas urbanas de la izquierda en los 60’s, sólo obtuvieron rechazo general, perdieron autoridad moral, perdieron poder de convocatoria, y finalmente perdieron la calle vencidos por simples medidas de orden público. Con la AN en desacato y cada vez con menos apoyo, necesitados de una nueva legitimidad, lanzaron al aire el último cohete mojado de un burlesco "plebiscito" y, luego, aplastados por 8 millones de razones de la Constituyente, perdieron todo significado. Se volvieron insignificantes. No hay que dejarlos recuperar protagonismo: ya no son sino otra ONG que trabaja para el extranjero.
Ahora el juego político está del lado bolivariano, al interior de la Constituyente, y en la interacción entre gobierno y poder popular. Ahora en la ANC se expresan las dos alas del chavismo: reforma y revolución, revolución nacional y revolución social, ambas antiimperialistas. Compiten, sin romper la unidad, aquellos que quieren administrar mejor lo existente ("lo que hay"), y los que quieren administrar la transformación permanente de la sociedad, y reinventar el socialismo. De esa contradicción debe nacer la síntesis que seremos.
En otras palabras: en la ANC se manifiesta la lucha de clases, el verdadero diálogo político de la Nación que, gracias a Chávez y ahora a Maduro, transcurre en paz, en diálogo y tolerancia. Los constituyentes no sólo tienen como misión la defensa y contraataque en la guerra económica, y el saneamiento de la justicia, sino que, una vez reafirmado quién es el dueño de los recursos, definir quién debe ser el verdadero dueño de los medios de producción y distribución, y así organizar el paso de la democracia participativa a la democracia directa.
En la Constituyente venezolana habrá diferencias, divergencias y polémicas, pero no disidencia, que en fortaleza asediada equivale a traición. Las propuestas llueven: Luis Britto García en su artículo "La Hora de la Verdad" ha presentado un programa mínimo, una agenda para entrar en materia: cómo taponar las vías de agua constitucionales que amenazan con hundir la nave de la República. Con 17 años, la revolución bonita pasa de jovencita a mujer emancipada, libre y combativa.
Porque al mismo tiempo que las medidas urgentes, la ANC deberá redefinir los objetivos, el tiempo y el modo de la revolución bolivariana. Y no con formulaciones teóricas sino con actos legislativos de resultados prácticos. Ese es el verdadero debate de nuestro tiempo, y que avanzará "como los astros, sin prisa, pero sin pausa", como decía Goethe; porque este proceso no es una tormenta sino un rio majestuoso y fecundo, lento e indetenible. Porque, para citar a nuestro amado Andrés Eloy Blanco: "La insurrección es un puñal, pero la revolución es una vaina".
El primer logro de la ANC es su propia existencia en actos. Lo que sigue no puede ser menos. A sus 545 miembros, que son voceros y no "representantes" del pueblo, les espera la tarea titánica de continuar la refundación de Venezuela. No les está permitido fallar. Y para que no fallen se les debe apoyar: no sólo exigirles, sino acompañarlos, hacer con ellos y para ellos. Esta, que muchos llaman "última oportunidad" es, en realidad, la primera para sincerar la revolución y apretarle las tuercas a capitalistas y burócratas, a vividores y conformistas.
La Asamblea Nacional Constituyente no puede cometer el error que cometió la MUD con la AN: limitarla a la política inmediata. Debe legislar –y gobernar- hacia el futuro, hacia un socialismo más allá y más acá de la retórica y las proclamas. Hacia la revolución práctica y la práctica revolucionaria.
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