El Segundo enemigo de la Revolución somos nosotros mismos. ¿Cómo es eso? Eso es como no los expresó el Presidente Chávez en La líneas Estratégicas que nos presentó por primera vez el 21 de enero de 2011, y que discutimos profusamente a lo largo y ancho de las 24 entidades federales durante más de dos meses. Somos enemigos de la Revolución Bolivariana cuando prevalidos del cargo que ocupamos, perseguimos, maltratamos y desatendemos a la gente, porque “endiosados” con el cargo, se nos olvida que somos servidores públicos y a quienes tenemos el deber de atender son nuestros compatriotas, indistintamente si son miembros o no de nuestro partido. También somos enemigos de la revolución, cuando en lugar de usar los cargos para servir a todos y todas, lo utilizamos para hacer negocios y practicar un grosero tráfico de influencia en detrimento de las grandes mayorías. Somos enemigos de la revolución cuando somos ineficientes en nuestro trabajo y lo hacemos con desgano, como si estuviéramos pagando una condena. Lamentablemente, cualquiera que sea la misión encomendada debemos hacerla con alegría, con pasión y lo más eficientemente posible; de lo contrario, debemos ser suficientemente honestos para no aceptar dicha responsabilidad, porque nos constituiríamos en un estorbo para la revolución. Somos enemigos de la revolución cuando jugamos sucio, cual cuarto republicano cualquiera y nos dedicamos a calumniar, descalificar e intrigar en contra de todo aquel que consideremos nuestro adversario o no pertenezca al reducido círculo de nuestros amigos íntimos.
Somos enemigos de la revolución cuando intentamos por todos los medios de castrar al Poder Popular. La mejor manera de consolidar la Democracia Participativa y Protagónica, es promoviendo e impulsando la educación y organización del pueblo; porque de lo que se trata es que el pueblo organizado y consciente, se ponga de pie y en movimiento y tome el control de su vida política, social y económica. No se trata de querer “naricear” a la gente a todo trance y querer controlar hasta la respiración de la gente. El asunto no es controlar por la fuerza o por el engaño. Se trata de convencer con acciones, se trata de ganar adeptos con méritos; porque:”obras son amores y no buenas razones”. Además, no olvidar que “indio con palo no vuelve ni por las marusas”. Seamos pues eficientes en nuestro trabajo, seamos pues honestos de palabra y de acción, dejemos pues guiar nuestra vida revolucionaria por el mayor apego a la verdad y a la justicia. Se trata pues de lograr adeptos enarbolando la bandera del amor, del respeto y del reconocimiento al otro, aunque no piense como nosotros. “No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos (Gálatas 6:9). Presidente, claro que viviremos y venceremos
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