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La Vida Eterna AUTOR: ERWIN Y REBECCA LUTZER

La Vida Eterna de los Hijos de DiosJuan 10:10. El propósito del ladrón es robar y matar y destruir; mi propósito es darles una vida plena y abundante.

Juan 17:3. Y la manera de tener vida eterna es conocerte a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste a la tierra.

1 Juan 5:11-12. Y este es el testimonio que Dios ha dado: él nos dio vida eterna, y esa vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.Para el cristiano, la vida eterna no comienza en la eternidad. La vida eterna es nuestra posesión presente. En otras palabras, empieza en el momento en que depositamos nuestra confianza en Cristo y lo recibimos como nuestro Salvador personal. La vida eterna es una calidad de vida que nos pertenece y que podemos disfrutar ahora mismo.

Podría describirse como la relación duradera que tenemos con Cristo, lo cual explica por qué Jesús la definió como una relación íntima con su Padre. Esta relación la establece el Espíritu Santo en el momento que nacemos de nuevo o recibimos la vida de Dios.

La vida eterna no debe confundirse con la existencia eterna. Los incrédulos van a existir eternamente en cuerpos destinados al lago de fuego, pero nunca se dice que tengan vida eterna.

En esta vida, los incrédulos son considerados como vivos físicamente pero espiritualmente «muertos a causa de su desobediencia y sus muchos pecados» (Ef. 2:1). En cambio, la vida eterna se refiere a la calidad de vida que solo pueden gozar aquellos que han conocido al Padre mediante la fe en Cristo.

Cuando confiamos en Cristo como nuestro Salvador, recibimos la vida eterna y somos trasladados del reino de las tinieblas al reino de la luz. Nos volvemos una persona nueva, y «la vida antigua ha pasado, ¡una nueva vida ha comenzado!» (2 Co. 5:17).

Por lo tanto, hay algo dentro de nosotros que Dios crea cuando creemos en el evangelio, hay una nueva naturaleza en nuestro interior que no estaba antes. Espiritualmente somos levantados de los muertos y recibimos vida junto con Cristo.

¿Cuáles son los resultados prácticos de este don de la vida eterna? En el presente nos motiva a vivir diferente, «pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas» (Ef. 2:10). Dios hace nacer en nosotros un amor por Él y un deseo por hacer su voluntad.

Más importante aún, ahora podemos tener la seguridad de la presencia de Cristo mientras estamos aquí en la tierra. Podemos decir, con toda humildad, que hemos llegado a conocer al Padre y que disfrutamos de comunión con Él. Su relación con nosotros es de amor y cuidado. Cuando ya hemos sido aceptados por Él, seremos sus hijos por toda la eternidad.

Ahora que tenemos vida eterna, debemos aprender a disfrutarla. El apóstol Juan escribió: «Dios es luz y en él no hay nada de oscuridad. Por lo tanto, mentimos si afirmamos que tenemos comunión con Dios pero seguimos viviendo en oscuridad espiritual; no estamos practicando la verdad.

Si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, entonces tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos limpia de todo pecado» (1 Jn. 1:5-7).

Nuestra tarea más urgente como creyentes es desarrollar cada día una relación más íntima con el Padre. Como dijo Jesús, la vida eterna significa que conocemos al Padre.

Mientras el predicador británico F. B. Meyer (1847-1929) viajaba en un tren, una mujer ansiosa y enfadada lo reconoció y le contó acerca de sus aflicciones.

Durante años ella había cuidado a una hija minusválida que le había traído mucha alegría a su vida.

Ella le preparaba té cada mañana antes de salir a trabajar, porque sabía que su hija estaría en casa para su llegada en la noche. Pero la hija murió, y la afligida madre estaba sola y desdichada. La casa ya no era más «un hogar».

Este fue el consejo que le dio el doctor Meyer: «Cuando llegue a casa e inserte la llave en la cerradura, diga en voz alta: “Jesús, ¡yo sé que estás aquí!” y alístese para saludarlo apenas abra la puerta. Y cuando encienda el fuego, cuéntele lo que pasó durante el día.

Si alguien fue amable, cuénteselo. Si alguien fue desagradable, cuénteselo, tal como lo hacía con su hija. En la noche extienda su mano hacia la oscuridad y diga: “¡Jesús, yo sé que estás aquí!”».

Algunos meses después, Meyer regresó al vecindario y volvió a encontrarse con la mujer, pero no la reconoció. Su rostro irradiaba gozo en vez de comunicar infelicidad. Ella le dijo: «Seguí su consejo, y todo cambió en mi vida. Ahora siento que conozco a Jesús».

El contacto con el hermoso Pastor embellece nuestras vidas cicatrizadas.

La muerte física no nos priva a los cristianos de esta vida de Dios, sino que nos lleva a una nueva dimensión y comprensión de ella. La vida que Dios infunde hoy en nuestro interior nos llevará a la comunión con Él por toda la eternidad. «El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida» (1 Jn. 5:12).

Todas las personas vivirán para siempre, pero solo aquellas que tienen al Hijo tienen vida eterna.

Reflexión y cambio personal

1. ¿Cómo define la vida eterna? ¿Qué se dice en este aparte acerca de la vida eterna?

2. ¿En qué se diferencian la vida eterna y la existencia eterna?

3. ¿Cómo poseemos la vida eterna? (véase 2 Co. 5:17). Describa la nueva naturaleza que hay en el interior de un creyente. ¿Qué es tan importante acerca de ella?

4. Lea Efesios 2:10. ¿Qué motivaciones provee al cristiano la posibilidad de la vida eterna?

5. ¿Cuál es su perspectiva de la muerte física ahora que conoce más acerca de la vida eterna?

6. Versículos adicionales para memorizar: Romanos 10:9-10.

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