A raíz de la nueva medida del Metro de Caracas, de cambiar su política de puertas abiertas para los adultos mayores, y que de ahora en adelante deben pedir un pase para poder entrar, tomamos varias declaraciones de personas de la tercera edad que se han visto bastante afectadas por esta medida que viola los artículos 80 y 86 de la Constitución, donde las personas mayores deben ser protegidas por el Estado.
Por otro lado, la activista por los derechos humanos, Tibisay Maldonado, también se pronuncia en contra de esta medida que lesiona los derechos del adulto mayor.
A pesar de las declaraciones del ministro Haiman El Troudi, donde refiere que los adultos mayores no necesitan hacer colas, pues con sólo enseñar la cédula pueden recibir su pase en las taquillas y entrar a los vagones, pero lo cierto es que, la realidad indica otra cosa debido a la inmensa cantidad de usuarios que transitan por el Metro. Cómo se va a llevar a efecto esto, cuando en la mayoría de las estaciones, hay solo dos taquillas para atender a cientos de personas. Esto empeora la situación, pues se le añade más gente a las colas, con el agravante de ser adultos mayores con bastones, muletas o con el gran peso de la edad de algunos octogenarios y hasta nonagenarios.
Cuando se establece un tipo de medidas de tal índole, se debe planificar la mejora del servicio, lo que va a reemplazar o sustituir la eliminación del servicio anterior. En este caso, pareciera que prevalece el sentido mercantilista de la ganancia y no la comodidad del usuario mayor, quienes en sus declaraciones rechazan la nueva política donde son abiertamente afectados.
Según las declaraciones del Ministro, se han obtenido ganancias del 15 al 20%, por la eliminación de la portezuela a los coleados. Acaso, este no es un servicio para el pueblo, y la cantidad de personas que burlaban este beneficio era ínfima. No deberían las compañías asumir esto como parte de sus pérdidas.
Tibisay Maldonado, activista por los derechos humanos, opina que se no se debe violar un hermoso principio de la Constitución Bolivariana que se basa en la presunción de la buena fe de las personas, en relación al mal uso que una minoría le puede dar a la puerta lateral del Metro, pero sobre todo, se debe respetar el derecho a las personas que han trabajado a lo largo de su vida y no humillarlos obligándolos a hacer estas largas colas. A ellos se les debe garantizar este beneficio. Añade que las ganancias por boletería y publicidad a través de las gigantografías producen ingentes y suficientes ganancias a la Compañía.
En cuanto a mejoras de la calidad del servicio, el Metro deja mucho que desear, así se recoge del abrupto cambio que le hicieron a la línea 2, en el que los usuarios tienen que hacer un transbordo obligado desde la estación de Capuchinos, que le trunca en tiempo e incomodidad su capacidad de movilización. Nunca se informó debidamente sobre este cambio, en el cual la gente especulaba y aún cree que es un desperfecto y que algún día le van a reponer este servicio, pero la vaga respuesta del Metro fue la de mejorar los tiempos de traslado, que aún no se cumplen, pues la gente ahora espera más tiempo en la estación de Capuchinos y cuando va a tomar el tren de la Zona Rental de ida o de venida, viene repleto haciendo imposible la carga de los pasajeros; lo que resulta un infierno en las horas pico.
Lo mismo sucede en el caso de las adultas mayores, que para el estado son consideradas a partir de los 55 años, pero para el metro deben tener 60. Le suben la edad, medida similar a la de los países europeos que le merman los derechos a sus jubilados. Esto significa un retroceso para los derechos de la mujer en Venezuela, quienes desde temprana edad deben salir a buscar el pan para sus hijos, la mayoría de las veces madres solas, que necesitan estirar su encogido sueldo y ya en la edad adulta como lo reconoce el Estado, deben pagar por un servicio más, al Metro, compañía del Estado, del Pueblo, sin que hasta ahora medie un argumento válido para cobrar de forma unilateral este servicio.
La mayoría de los adultos mayores, rechazan y prefieren la política anterior de paso libre para las personas de la tercera edad. Hasta ahora no se ve una alternativa que les brinde una mayor comodidad, no se han añadido nuevas taquillas especiales para las personas que requieren este servicio, todo lo contrario es un franco retroceso en la calidad y el trato que merecen estas personas y lo que debe poner a reflexionar a quienes interponen la ganancia sobre la calidad humana de un servicio que le pertenece al soberano.
A pesar de las declaraciones del ministro Haiman El Troudi, donde refiere que los adultos mayores no necesitan hacer colas, pues con sólo enseñar la cédula pueden recibir su pase en las taquillas y entrar a los vagones, pero lo cierto es que, la realidad indica otra cosa debido a la inmensa cantidad de usuarios que transitan por el Metro. Cómo se va a llevar a efecto esto, cuando en la mayoría de las estaciones, hay solo dos taquillas para atender a cientos de personas. Esto empeora la situación, pues se le añade más gente a las colas, con el agravante de ser adultos mayores con bastones, muletas o con el gran peso de la edad de algunos octogenarios y hasta nonagenarios.
Cuando se establece un tipo de medidas de tal índole, se debe planificar la mejora del servicio, lo que va a reemplazar o sustituir la eliminación del servicio anterior. En este caso, pareciera que prevalece el sentido mercantilista de la ganancia y no la comodidad del usuario mayor, quienes en sus declaraciones rechazan la nueva política donde son abiertamente afectados.
Según las declaraciones del Ministro, se han obtenido ganancias del 15 al 20%, por la eliminación de la portezuela a los coleados. Acaso, este no es un servicio para el pueblo, y la cantidad de personas que burlaban este beneficio era ínfima. No deberían las compañías asumir esto como parte de sus pérdidas.
Tibisay Maldonado, activista por los derechos humanos, opina que se no se debe violar un hermoso principio de la Constitución Bolivariana que se basa en la presunción de la buena fe de las personas, en relación al mal uso que una minoría le puede dar a la puerta lateral del Metro, pero sobre todo, se debe respetar el derecho a las personas que han trabajado a lo largo de su vida y no humillarlos obligándolos a hacer estas largas colas. A ellos se les debe garantizar este beneficio. Añade que las ganancias por boletería y publicidad a través de las gigantografías producen ingentes y suficientes ganancias a la Compañía.
En cuanto a mejoras de la calidad del servicio, el Metro deja mucho que desear, así se recoge del abrupto cambio que le hicieron a la línea 2, en el que los usuarios tienen que hacer un transbordo obligado desde la estación de Capuchinos, que le trunca en tiempo e incomodidad su capacidad de movilización. Nunca se informó debidamente sobre este cambio, en el cual la gente especulaba y aún cree que es un desperfecto y que algún día le van a reponer este servicio, pero la vaga respuesta del Metro fue la de mejorar los tiempos de traslado, que aún no se cumplen, pues la gente ahora espera más tiempo en la estación de Capuchinos y cuando va a tomar el tren de la Zona Rental de ida o de venida, viene repleto haciendo imposible la carga de los pasajeros; lo que resulta un infierno en las horas pico.
Lo mismo sucede en el caso de las adultas mayores, que para el estado son consideradas a partir de los 55 años, pero para el metro deben tener 60. Le suben la edad, medida similar a la de los países europeos que le merman los derechos a sus jubilados. Esto significa un retroceso para los derechos de la mujer en Venezuela, quienes desde temprana edad deben salir a buscar el pan para sus hijos, la mayoría de las veces madres solas, que necesitan estirar su encogido sueldo y ya en la edad adulta como lo reconoce el Estado, deben pagar por un servicio más, al Metro, compañía del Estado, del Pueblo, sin que hasta ahora medie un argumento válido para cobrar de forma unilateral este servicio.
La mayoría de los adultos mayores, rechazan y prefieren la política anterior de paso libre para las personas de la tercera edad. Hasta ahora no se ve una alternativa que les brinde una mayor comodidad, no se han añadido nuevas taquillas especiales para las personas que requieren este servicio, todo lo contrario es un franco retroceso en la calidad y el trato que merecen estas personas y lo que debe poner a reflexionar a quienes interponen la ganancia sobre la calidad humana de un servicio que le pertenece al soberano.
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