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El buen servidor público

Por: Hernán Maestre Martínez

Por lo que hemos leído y conocemos sobre el servidor público, debemos poner de presente en estos momentos cuando nos vamos a permitir abordar la ascensión a la administración de la cosa pública de muchas personas,  precisamente con motivo de los cambios de gobernadores, alcaldes, gabinetes, concejos, diputados y jal.

En tal sentido, consideramos necesario en esta oportunidad anotar en nuestra columna algunas características que deben asistir o tener nuestros servidores públicos. Diciendo que lo primero y definitiva característica del servidor público, debe ser precisamente su vocación, su trabajo más que un generador de desarrollo profesional o de su respectivo salario, es una oportunidad de servirle a la comunidad aplicando al máximo las mejores de sus habilidades técnicas.  Él o ella, le da sentido a su vida trabajando por un sueño colectivo, vale decir, como una especie de sacerdote, con una ilusión que los debe llevar a imponerse sobre aquellas minorías corruptas que se encuentran enquistadas en diferentes espacios de la administración pública.
Obviamente, debe ser una persona capacitada, informada que sabe lo que tiene que hacer y lo hace, por demás reflexiva, pero por encima de todo debe tener una gran sensibilidad social y compromiso moral con y por los asuntos de la comunidad.  Además, hacer uso de una buena dosis de discreción y en lo posible estar lejos de aquello que tanto gusta a muchos, las cámaras, micrófonos y de ciertos actos sociales ya que debe estar consagrado a defender todo lo opuesto bajo su responsabilidad, que entre otras, es de toda la comunidad, sobre todo, si tiene dineros públicos en custodia.
Es posible que en muchas ocasiones sean largas sus jornadas, pero su tranquilidad interna se debe sustentar en que, además de sentirse preparado desde el punto de vista técnico, y apegado a las normas constitucionales y legales, así como a los condicionamientos éticos más estrictos como parte de su manera de ser.  Reiteramos que es la vocación de servicio  la que lo debe impulsar a buscar algunas posiciones de poder, pero no por el propio poder, sino por lo que con él se puede hacer en beneficio de los demás y especialmente de los menos favorecidos.
Es importante resaltar a aquel servidor público que está actualmente en la administración, aquel que todos los días y todo el día le demuestra a su localidad, su región y al país que en Colombia se puede ejercer el servicio público y la honestidad al mismo tiempo.  No sabemos si es una utopía  que podamos renovar las costumbres políticas y sobre todo modernizar el Estado, para que se abran los espacios para los más capaces y honestos.  Estos serán los que vendrán a tener bajo su comando la conducción de la sociedad, convirtiéndose en la verdadera élite, que no son otra cosa que los que tendrán el poder, claro, después de haber definido su norte ético que le de contenido a un propósito colectivo.
Finalmente, cabe la siguiente reflexión: cuántas horas tristes y cuántas horas negras nos hubiéramos evitado en todo el territorio colombiano, si la conducta del verdadero servidor público se ejerciera o fuese la que caracterice a todos los funcionarios de la administración del Estado, valga decir, que entre estos deben estar incluidos todas las ramas del poder público.

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