Hola, Alexandra: soy Rosa Pérez. Una joven de 19 años, oriunda de un pueblito al que probablemente jamás te atreverías pisar porque imagino que “la buena educación que te han brindado”, te ha hecho pensar que también hay lugares a los que no tienes por qué ir. Mi nombre, como ya habrás notado, es muy corriente; así como mi apellido. Mis padres, gente proveniente de “los ranchos con techo de zinc y con letrinas”, me lo colocaron para agradecerle a una enfermera, también criada en los mismos cordones de miseria que tanto asco te producen, porque fue la única persona que le dio algo a mi mamá cuando yo nací. Nada del otro mundo una simple mantica, de esas baratas que no se compran en ni en los grandes centros comerciales o en las ciudades donde ustedes suelen ir de vacaciones. No, la enfermera se la compró a un buhonero que vende cosas usadas. Pero, bueno si a ti no te interesa cómo han vivido a lo largo de los años muchos niños y niñas de este país, menos te puede importar cuál es mi origen.
De todas maneras, te lo aclaro para que sepas que no soy tú igual, que pertenezco a ese conjunto de personas exentas de la “excelencia académica”. Como habrás notado he tomado tus propias palabras para conversar contigo. Es lo menos que puedo hacer ante el prominente ser humano que eres. Sin embargo, y luego de leer tu lamentable lloriqueo de “niña bien”, una se hace preguntas, tontas pero preguntas al fin. Por ejemplo, empecemos por ésta: ¿quién te dijo a ti que la medicina es “una profesión prestigiosa”? ¿a qué te refieres con eso? ¿que es una profesión exclusiva solo para seres elegidos por un Dios que, además, según tú: determina “que no todos podemos estudiar medicina”? Cosa tan rara: un Dios que reparte con rigor los dones, pero también determina que una profesión está por encima de otra. Es decir, en tu mundo un médico vale más que un bombero, por citar solo un ejemplo. ¡Y ni se diga de otras profesiones porque tú debes ser de esas personas que, al graduarse, comienzan a mirar por encima del hombro a todo el mundo!. Imagino que para ti una enfermera es sinónimo de miseria, marginalidad y probablemente “tu vocación de ser médico” no te permita mirar a las personas de otra manera. Eso es muy triste porque gente como tú son las que han permitido que la medicina se haya convertido en una carrera en donde lo único que importa es hacer dinero. Por eso jamás aparece en tu lloradera nada que nos haga pensar que cumplirás una labor al lado del pueblo donde has tenido el privilegio de vivir. Para ti eso sería algo demasiado, como dicen ustedes, “medio friqui”... Después nos cuentas, como si se tratase de una verdad absoluta, “que miles de jóvenes han quedado fuera de las Universidades públicas” y de esos “miles” de los cuales curiosamente no nombras ni a uno, se convierten en los que andan en el Ministerio de Relaciones Exteriores “yéndose del país”. ¿Tú eres de Barquisimeto y pasas todos los días por un Ministerio que está, si no me equivoco en Caracas? ¿No será uno de esos montajes que ustedes arman por twiter? Me lo pregunto porque es raro eso...
Otro punto que me parece bien delicado es que tú consideras que un estudiante con 19,4 es algo casi sobrenatural y cuando uno lee tu “desgarradora carta” se percata de tantos errores ortográficos que hasta empieza a dudar de la calidad de tu educación y del muy prestigioso colegio privado de donde provienes. (Amiga se escribe: poceta y no poseta como lo escribiste...). Pero, yo te dije que no iba a ofenderte aun cuando tus palabras son, en esencia, un caudal de insultos. Tu naciste en el mundo de la competencia (casi siempre desleal), el individualismo y la prepotencia social de creerse superiores. Y no te culpo, en tu casa debes tener computadora, una laptop, una tablet, un ipod y tantas otras cosas. En nuestro caso, te cuento, aunque te dé mucha risa, la primera vez que llegamos a tener un aparato de ésos fue cuando, después de un acto muy hermoso, nos entregaron unas Cainamitas. Otra cosa que jamás usarás porque ahí sí que serás severamente excluida por tus otras amigas. Tú más que nadie sabes que dentro de los infiernos sociales en los que ustedes viven no hay libertad de expresión, ya que si alguno de ustedes se les ocurre pensar diferente, simplemente los denigran. Tú lo sabes porque en la época de las guarimbas hasta ustedes se molestaron. Quería decirte un par de cositas finales. Primero que no aspiro a que mi humilde carta se difunda cómo ha pasado con la tuya. En segundo lugar, estoy convencida de que tu mami o los amigos de tu mami, resolverán el problema y antes de lo que tú piensas, ya estarás en una de las flamantes universidades públicas. Ésas que paradójicamente son financiadas por el Estado Venezolano. Allí llegará ese prodigioso cerebro que posees. ¡Y ojalá que durante tu futura carrera de medicina, te cruces con algún profesor que te ayude a perder el asco que te producen los pobres de este país!. Yo también estoy a la espera de mi asignación y deseo algún día llegar a ser MÉDICA, porque soy una joven que sueña con ayudar a quienes DE VERDAD sí fueron excluidos, no solo de las Universidades sino de cualquier posibilidad de Educación.
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