A lo interno de la sociedad norteamericana se vienen evidenciando graves situaciones de intolerancia, discriminación y violencia, que se han saldado con cruentos ataques mortales contra la población civil e instalaciones religiosas y educativas
. Jóvenes, universitarios, afrodescendientes y latinos forman parte del variado grupo etario y social que ha recibido la descarga de odio por parte de los extremistas “domésticos”, cuya podredumbre y miseria humana los lleva a la obcecada y pretendida misión de exterminar a sangre y fuego a sus objetivos. Esto se gesta y ejecuta en el mero seno de la sociedad norteamericana, la misma que pretende imponerle sus patrones morales y culturales al resto del mundo, pero que dentro de su casa, tiene el rancho ardiendo por los incrementos de los conflictos sociales y raciales.
. Jóvenes, universitarios, afrodescendientes y latinos forman parte del variado grupo etario y social que ha recibido la descarga de odio por parte de los extremistas “domésticos”, cuya podredumbre y miseria humana los lleva a la obcecada y pretendida misión de exterminar a sangre y fuego a sus objetivos. Esto se gesta y ejecuta en el mero seno de la sociedad norteamericana, la misma que pretende imponerle sus patrones morales y culturales al resto del mundo, pero que dentro de su casa, tiene el rancho ardiendo por los incrementos de los conflictos sociales y raciales.
En el país del American Dream nadie está seguro. El deterioro es tal que ni en las escuelas, iglesias, teatros, cines o dentro de las propias bases militares norteamericanas se está a salvo de ataques y agresiones violentas. No hablamos aquí de ataques terroristas ejecutados por células provenientes del Medio Oriente. No, es el surgimiento cada vez más frecuente y letal de ataques contra objetivos norteamericanos ejecutados por norteamericanos. Vecinos contra vecinos o estudiantes contra sus propios compañeros de clases y maestros.
Las causas no pueden estudiarse bajo la misma lógica de los ataques terroristas, los cuales esencialmente buscan venganza por la infinidad de masacres y atrocidades ejecutadas por Estados Unidos contra sus “enemigos” en cualquier parte del planeta (Noam Chomsky ya se ha preguntado “porque nos odian tanto”). Estos crímenes violentos al interior de Estados Unidos son esencialmente Delitos de Odio, ya que están dirigidos contra personas o instituciones en razón a su pertenencia a un grupo social determinado, a su raza, grupo étnico, género, religión u orientación sexual.
Los prejuicios profundamente sembrados en los valores de los individuos y grupos intolerantes, los llevan a ejecutar actos de violencia, que van desde insultos racistas hasta el intento de exterminio del “enemigo interno”.
No es difícil saber lo que pasa por la mente de un joven norteamericano, si las 24 horas del día está absorbiendo de los medios de comunicación mensajes de violencia, odio e intolerancia. Solo hay que ver, desde el punto de vista sociológico, como las series televisivas y cinematográficas de mayor éxito en la audiencia norteamericana tienen que ver con la concepción postapocalíptica de un futuro terrorífico y violento; el cual incluye la destrucción total del mundo y la sobrevivencia de los más aptos (Independence Day, Mad Max, 12 monkeys, I’m Legend, The Walking Dead, The Road, War of the Worlds, Falling Skies). Toda una mezcolanza de fuertes imágenes con mensajes incitadores y legitimadores de la violencia, la destrucción y la muerte, que van directo a la mente de las generaciones más jóvenes.
En este escenario los crímenes de odio aumentan sin parar. En el caso más reciente un joven de raza blanca de apenas 21 años, disparó indiscriminadamente dentro de una Iglesia Episcopal Metodista en Carolina del Sur, matando sin misericordia a nueve personas, entre ellos a su pastor principal, Clementa Pinckney, el cual también era senador por el partido demócrata (el mismo del Presidente Barack Obama). El crimen está catalogado como de odio racial, recibiendo el repudio de las organizaciones de derechos humanos de Estadios Unidos, pero poco hacen las fuerzas policiales y en menos de una semana, seis iglesias con congregaciones afrodescendientes ubicadas también al sur de los Estados Unidos, han sufrido ataques incendiarios. Esto es una guerra de exterminio contra la población afrodescendiente.
Pero este solo es el caso más reciente. Los medios han documentado una larga cronología de masacres por motivo de odio, venganza o reconocimiento ocurridas en Estados Unidos, veamos:
· 20 de abril de 1999: En Littleton (Colorado), dos estudiantes de secundaria abren fuego con un fusil de asalto, dos escopetas y un revólver en el colegio Columbine. Mueren doce estudiantes y un docente, quedando heridas 23 personas. Los dos asesinos se suicidaron.
· 28 de octubre del 2002: Robert Flores, un ex veterano de la Guerra del Golfo y estudiante de la Universidad de Enfermería de Arizona de 40 años, entra en el despacho de una profesora y la asesina. Unos minutos más tarde, armado con cinco pistolas, entra en una de las aulas del centro y mata a otros dos docentes antes de suicidarse.
· 21 de marzo de 2005: En Red Lake (Minnesota), un adolescente de 16 años mata en su escuela a nueve personas, entre ellas cinco estudiantes de secundaria, antes de suicidarse.
· 16 de abril de 2007: Un estudiante de 23 años de origen coreano mata a 32 personas antes de suicidarse en la Universidad Virginia Tech, en Blacksburg (Virginia). La masacre es la peor de la historia de Estados Unidos en tiempos de paz.
· 5 de diciembre de 2007: Nueve personas murieron, incluido el agresor, y cinco resultaron heridas por los disparos de un hombre, de 20 años, en un centro comercial de Omaha, en el estado de Nebraska.
· 3 de abril de 2009: Un hombre vietnamita abre fuego en un centro para inmigrantes en Binghamton (Estado de Nueva York), matando a 13 personas y después se suicidó.
· 5 de noviembre de 2009: Un psiquiatra militar, desata la mayor balacera jamás registrada en una base militar estadounidense (Fort Hood, en el estado de Texas), matando a 13 personas e hiriendo a 42.
· 20 de enero 2010: Un hombre mata a ocho personas durante un tiroteo en Virginia, y luego se rinde tras una cacería humana en la que participan 150 policías.
· 3 de agosto de 2010: Un hombre mató a siete personas, entre ellas un niño de once años, antes de ser abatido por la policía en Copley Township, en el noreste de Ohio.
· 2 de abril de 2012: Un coreano de 43 años mata a siete personas en la Universidad religiosa de Oikos (California), antes de entregarse a la policía. El atacante asesinó metódicamente a sus víctimas tras alinearlas contra un muro.
· 5 de agosto de 2012: Siete personas murieron en un tiroteo en un templo de la comunidad religiosa Sij en las afueras de Milwaukee, en el estado de Wisconsin.
· 20 de julio de 2012: Al menos 12 personas fueron asesinadas y unas 50 resultaron heridas en un tiroteo en una sala de cine, durante el estreno de una película de Batman, en Aurora (Colorado).
· 27 de julio de 2013: Un hombre mató a tiros en la Hialeah, Florida, a seis personas durante la noche y después fue abatido por la policía tras atrincherarse en una casa con dos rehenes que fueron rescatados con vida.
De todos estos casos, recordamos la crudeza y detalles de los asesinatos de la Escuela de Columbine, gracias a la difusión del documental Bowling for Columbine del cineasta norteamericano Michael Moore (Ganador del Óscar a mejor documental en el año 2003). La película realizó un exhaustivo análisis sobre la cultura armamentista estadounidense y fue pionera en denunciar la “guerra ficticia" que el presidente Bush acababa de iniciar para justificar la invasión norteamericana en Irak.
En el documental se pone en evidencia el enorme poderío de la Asociación Nacional del Rifle(NRA, National Rifle Association), cuya acción “filantrópica” persigue garantizar el derecho de los norteamericanos a “adquirir, poseer, coleccionar, exhibir, transportar, llevar consigo” cualquier tipo de arma para su defensa personal, basados en la Segunda Enmienda de su Constitución. Entre sus propósitos encontramos la loable y desinteresada tarea de “promover la seguridad pública, ley y orden, y la defensa nacional” y la Asociación tiene la capacidad para “entrenar miembros de las agencias de ley, las fuerzas armadas, la milicia, y gente de buena reputación en puntería y en el uso seguro y eficiente de armas pequeñas”.
Esta poderosa asociación mueve miles millones de dólares al año. Son expertos en hacer lobby, permitiéndoles impulsar y promover leyes “flexibles” para facilitar la compra-venta de armas. Tienen un gran aparato propagandístico, a cuya cabeza colocan figuras públicas como el actor Charlton Heston, para facilitar la difusión y masificación de sus ideas y fines armamentistas.
La industria bélica norteamericana tiene ventas anuales que superan los 40.000 millones de dólares. Y se estima que hay más de 300 millones de armas en circulación entre la población civil, siendo lo más dramático la enorme “facilidad” para comprar un arma, con más de 48.000 tiendas minoristas, siendo la más importante la cadena Wal-Mart, que entre su venta de pañales y ropa de bebé vende rifles de asalto y pistolas a cualquier loco que medianamente parezca serio y pueda llenar los “formularios”.
La tendencia a la siniestralidad es más que evidente. Existe una elevada exacerbación de la intolerancia en el interior de la sociedad norteamericana. A eso se le suma la obcecada cultura belicista, con guerras por doquier y la increíble facilidad para comprar armas hasta en el supermercado. El resultado no puede ser otro que la subsistencia e incremento de las acciones de violencia e intolerancia contra los grupos minoritarios.
El Tío Sam quiere brindarnos lecciones de moral, pero más bien debe cuidarse las espaldas de sus propios sobrinos. Debe estar mosca para que no le disparen a la puerta del cine, la iglesia o el colegio de sus hijos. Así de loco está el mundo y los gringos van a la cabeza.
Richard Canan
Sociólogo
@richardcanan
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