La explosión ocurrió cerca de la entrada blindada de la embajada de Alemania, no muy distante del palacio presidencial. Basir Mujahid, vocero de la policía, afirma que todavía sigue siendo difícil determinar cuál era el objetivo preciso, porque cerca de allí “hay otros importantes edificios y oficinas”.
Fue tan fuerte la explosión, que llegó a provocar la destrucción y el daño de más de 30 vehículos, y de las casas ubicadas a cientos de metros, con ventanas hechas añicos y puertas que saltaron de los goznes.
No ha habido reivindicaciones del ataque.
El atentado se enmarca en la “ofensiva primaveral” anual de los Talibanes. Sin embargo, el Estado islámico ha reivindicado, a su vez, varios ataques con bombas en la capital afgana, incluyendo una potente explosión ocurrida el 3 de mayo pasado en un convoy blindado de la OTAN, hecho en el cual murieron ocho personas y 28 resultaron heridas.
La explosión es el último de una serie de ataques en Kabul, en un contexto de creciente violencia en el país entero. Desde que las tropas internacionales se retiraron a fines de 2014, los talibanes han ido conquistando terreno. Fuentes de los EEUU reportan que el 40% del territorio está bajo el control talibán, y que el mismo es objeto de disputas. La provincia de la capital ha tenido el número más alto de víctimas en los primeros tres meses del 2017, debido a los múltiples ataques. La mayor parte de las víctimas son civiles.
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