“El periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”,
Gabriel García Márquez, 1996.
Escribir para elevar a la sociedad, para entendernos, para vivirla. Gabriel García Márquez contribuyó con su acuciosa pluma y su mordaz locuacidad a desmitificar el periodismo y sus vicios. Él entendía que la vocación por la investigación, junto a la ética como un atributo intrínseco del quehacer informativo, definían de por sí al periodista.
Sin embargo, en sus inicios no se definía a sí mismo como periodista, consideraba que esta denominación estaba anclada a los obreros que llenan páginas de datos insertos en una mera técnica. Se hacía conocer entonces como “reportero”,condición bajo la que podía explicar fenómenos de manera amplia en un intento por exponer las verdades de cada actor y proceso sobre los que se generan los hechos noticiosos.
Más adelante relataría para Radio Caracol del Colombia: “Soy un periodista, fundamentalmente. Toda la vida he sido un periodista. Mis libros son libros de periodista, aunque se vea poco. Pero esos libros tienen una cantidad de investigación y de comprobación de datos y de rigor histórico, de fidelidad a los hechos, que en el fondo son grandes reportajes novelados o fantásticos, pero el método de investigación y de manejo de la información y los hechos es de periodista”.
Uno de sus trabajos reporteriles con mayor envergadura es “El relato de un náufrago”, en la que reconstruyó la historia detrás de la noticia de que ocho miembros de la tripulación del destructor Caldas, perteneciente a la Marina de Guerra colombiana, habían caído al agua y desaparecido a causa de una supuesta tormenta en el mar Caribe. 14 entregas le permitieron catapultarse como escritor, pero cuando la verdad comprometía intereses políticos su vida corrió peligro, por lo que tuvo que exiliarse en Francia.
En su tránsito por discutir la “magnificación viciosa” del quehacer informativo,Márquez debatió con peculiar atención el papel de la grabadora como un instrumento que genera confusiones entre “sonidos y palabras”, por lo cual los periodistas “tropiezan con la semántica, naufragan en la ortografía y mueren por el infarto de la sintaxis”.
Estos vicios que, según “Gabo”, ahogan el periodismo, pudiera tener solución si el quehacer se vuelve “a la pobre libretita de notas para que el periodista vaya editando con su inteligencia a medida que escucha, y le deje a la grabadora su verdadera categoría de testigo invaluable”.
El 7 de octubre de 1996, en la 52ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, el memorable periodista sentenció: “Nadie que no la haya padecido (el oficio informativo) puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente”.
Gabriel García Márquez falleció este 17 de abril. Su aporte al periodismo, como el “mejor oficio del mundo” aún demanda su pluma... como una cátedra perpetua.
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