Este lunes, 24 de noviembre, el secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal, Jesús Rodríguez Almeida, felicitó a los granaderos que el pasado 20 de noviembre participaron en el desalojo del zócalo capitalino
–donde miles de ciudadanos se habían congregado para demandar la presentación con vida de los 43 normalistas desaparecidos por la policía de Iguala, Guerrero, hace ya 60 días–, y resaltó “el trabajo demostrado (por los uniformados), por el gran valor, gallardía, responsabilidad, y sobre todo (porque) restablecieron el orden público, le guste a quien le guste”… Otra es, sin embargo, la conclusión a la que llegan ciudadanos agredidos esa noche por los policías, tanto federales como capitalinos, que participaron en el operativo para desalojar la Plaza de la Constitución.
Una de esas personas es Jesús González Alcántara, coordinador de comunicación del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia AC, cuya esposa, hija y él mismo fueron golpeados por la policía, mientras participaban esa noche en la manifestación, la cual, destaca, fue preeminentemente pacífica, y aún cuando en Palacio Nacional había un grupo minoritario agrediendo a los agentes que custodiaban el inmueble, “toda la gente que estaba sobre la plaza y en los alrededores mantenía una actitud tranquila y hacía llamados a no recurrir a la violencia”.
A pesar de ello, narra, hacia las 21:40 horas, la Policía Federal y la Policía Auxiliar del DF iniciaron un operativo de “barrido de toda la plaza, y cuando yo y mi familia quisimos desplazarnos por la calle de Madero (principal acceso peatonal al Zócalo) nos dimos cuenta que la calle estaba totalmente oscura, las autoridades apagaron las luces de este andador durante el operativo, y eso es algo que nunca habíamos visto que ocurriera, y eso nos provocó miedo, así que decidimos dar media vuelta y buscar salir de la plaza por la calle 5 de Mayo (paralela a Madero), pero la policía nos impidió el paso por ese lado y, en un instante, un grupo de granaderos se desprendió del contingente que nos bloqueaba el paso y, sin mediar palabra, nos empezaron a golpear, a mi familia y al resto de la gente que quedamos atrapados, ahí fue cuando comenzó el caos.”
Junto con otras familias que intentaban salir de la plaza, Jesús González Alcántara, su esposa e hija, fueron empujados por la policía de vuelta hacia la calle de Madero. “Empiezan a rociarnos con gas pimienta –continúa Jesús–, y eso alteró mucho a la gente, nos pusimos muy nerviosos, hubo gritos, y la policía seguía presionándonos, golpeándonos, y al momento de empezar a caminar fue cuando muchas personas comenzaron a caerse unas sobre otras, ahí fue cuando cayeron mi esposa y mi hija, y a mí un policía me avienta con su escudo y me empieza a gritar que me largue, que deje de estar haciendo chingaderas, pero yo intenté regresar, diciéndole que ahí estaban mi esposa y mi hija, que estaban tiradas, que me dejara ayudarles, y otro granadero me vuelve a golpear por detrás con su escudo… tres o cuatro granaderos comenzaron a golpearme con sus escudos, aventándome.
Con los brazos extendidos, Jesús ruega a los policías que le permitan volver por su esposa e hija, a la cual puede ver que un granadero golpea con su escudo, cuando ella intenta incorporarse. Finalmente, logran reunirse de nuevo y “caminamos lentamente por esa esquina que da vuelta en Madero, y ahí es cuando siento el golpe más fuerte de todos, en la espalda, un policía me pegó con su tolete…”
En la oscuridad de la calle Madero, Jesús y su familia avanzaron, junto con mucha gente más, para alejarse del Zócalo. “Íbamos con mucho susto, con pánico”.
–¿Qué lesiones te dejó esta agresión? –se pregunta al integrante del IMDHD, asociación civil dedicada a la promoción e investigación académica en torno a los derechos humanos.
–Tengo golpes sobre todo en la espalda, en la parte alta, de ambos lados, en el brazo izquierdo, en el antebrazo y en la cintura, que es donde me pegaron cuando me agachaba y hacía de lado, protegiéndome la cabeza… Las lesiones de mi esposa e hija son moretones en las piernas, causados en el momento en que cayeron ellas sobre otras personas, y otras personas encima de ellas, y por los golpes con los escudos…
–¿Como integrante de una organización de derechos humanos, qué impresiones te dejó el operativo del 20 de noviembre?
–Me toca constatar que a dos años de los hechos del 1 de diciembre de 2012, cuando hubieron situaciones así e incluso más fuertes, seguimos prácticamente en el mismo punto: de nada valió la recomendación de la Comisión de Derechos Humanos del DF en el sentido de capacitar a los policías, de que se elaboraran protocolos para este tipo de manifestaciones ciudadanas, en fin, el operativo del 20 de noviembre nos vuelve a regresar a 2012 y nos queda la incertidumbre a los ciudadanos sobre a qué tipo de autoridad nos estamos encomendando. Lo que ocurrió es muy preocupante, porque nos dejan en total indefensión a las y los ciudadanos que queremos seguir participando en este y en otro tipo de denuncias pacíficas. El saber que los policías no tienen la capacidad de distinguir entre las personas que están violentando, y entre las personas que pacíficamente nos estamos manifestando, es desalentador. La policía golpeó a ancianos, a niños, a familias enteras. Además, seguimos sin saber exactamente quiénes son esas personas que violentan las manifestaciones, quiénes están detrás de esas personas, van dos años en donde aparecen sistemáticamente en marchas así, y hasta el momento ni una sola de esas personas ha sido detenida, y mientras ellos queden en total impunidad, por otro lado tenemos a once jóvenes detenidos, sujetos a un proceso jurídico a todas luces irregular…
–¿Crees que hubo provocadores infiltrados en la protesta?
–No me queda duda. Hay gente que está tratando de reventar estos actos en los que la ciudadanía nos hemos lanzado a las calles a exigir demandas particulares, y la autoridad no ha sido capaz de determinar quiénes son y, debido a eso, nuestra mayor sospecha es que las mismas autoridades están detrás del patrocinio de estos grupos, para que la población se inhiba y deje de participar en estos actos públicos.
Violencia interiorizada
El pasado 20 de noviembre, otra familia agredida por la policía fue la de Juan Martín Pérez García, director ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México, quien aparece en una de las fotografías más difundidas del operativo, en el momento en que su madre, su esposa y sus hermanas son derribadas por los granaderos, mientras él intenta mantener el equilibrio y no caer, junto con su hijo de tres años, a quien llevaba en brazos. Detrás de ellos, la imagen muestra cómo policías federales y capitalinos golpean entre varios a un manifestante.
Luego de participar en la manifestación por los 43 desaparecidos en Iguala, Juan Martín y su familia se apostaron en la esquina de 5 de Mayo, en espera de otros familiares que venían en contingentes estudiantiles, y fue cerca de las 21:30 cuando “observamos que la gente que estaba en Catedral corre hacia donde estábamos nosotros, y nos plegamos hacia la cortina de un negocio, abriendo paso, pensando que quizá venían persiguiendo a alguien, pero notamos que el número de gente y la velocidad con la que corrían aumentaba, por un momento parecía una estampida, porque la gente se agolpaba, y lo más impactante fue cuando detrás de ellos distinguimos a los policías federales y auxiliares del DF, que venían golpeando a todos con sus toletes, con la base de sus escudos, y arrojándonos objetos”.
En esta esquina del Zócalo, subraya Juan Martín, no había grupos que estuvieran atacando a la policía ni había encapuchados. “Nosotros le gritamos a la policía que éramos familias, todos los que estábamos ahí, porque así era: muchas familias habían elegido ése como punto de encuentro tras la manifestación, pero los policías nos encapsularon y no sé cuánto tiempo estuvimos ahí, recibiendo golpes y empujones… de hecho, la fuerza con la que nos fueron compactando fue tal que la cortina metálica contra la cual nos arrojaron se comenzó a doblar, y nosotros seguimos gritándoles ‘no a la violencia’ y ‘somos familias’, y lo que conseguimos fue que la policía abriera una especie de corredor por el cual nos dejaron caminar, hacia fuera del Zócalo, pero conforme la gente pasaba, los granaderos iban pegándonos… ahí fue cuando mi familia cayó al suelo, con sus escudos los granaderos derribaron a mi mamá, que es una mujer de 63 años, a mi esposa y a mis hermanas, y ese es el momento captado en la fotografía, cuando estoy sujetando a mi hijo de tres años para que no se me cayera y, al mismo tiempo, intentando levantar a mi mamá.”
Por esta fotografía, aclara Juan Martín, “yo he recibido muchas críticas en redes sociales, en las que se me acusa de ser un padre irresponsable por haber acudido a esta manifestación con mi hijo de tres años… y lo que pasa es que tenemos tan interiorizado el discurso de la violencia que, en automático, culpamos a la víctima de lo que ocurre. Eres culpable de que te violen por haber usado minifalda; eres culpable de que te desaparezcan, por vivir en Ecatepec; te mataron por vivir en Guerrero; y en mi caso, la gente me culpa por la agresión que sufrió mi familia, por haberla llevado a una manifestación en el Zócalo. Pero tenemos que aclarar que tenemos el derecho a manifestarnos libre y pacíficamente, y el derecho a hacerlo en familia… tenemos que ser muy claros en que eso no está prohibido, lo que está prohibido por ley es que la autoridad haga uso de la fuerza en contra de ciudadanos y ciudadanas pacíficos.
Tras esta agresión, Juan Martín, su esposa y hermanas, resultaron con diversos moretones en el cuerpo, y su madre, tras ser arrojada al suelo por los granaderos, quedó con una lesión en el tobillo. El niño de tres años no sufrió lesión alguna, aunque sí quedó “con temor a los policías”.
–Como defensor de derechos humanos, ¿cómo describes el operativo realizado el 20 de noviembre?
–Me queda claro que alguien dio la orden de desalojar el Zócalo atacando a las personas, porque incluso hubo un momento en que se apagaron las luces del Zócalo, y eso fue totalmente intencional. Además, los policías no tenían ningún tipo de criterio de diferenciación: llegaron a atacar a mansalva… donde yo estaba no se encontraba nadie encapuchado, o aventando piedras o algún otro objeto a la policía, éramos familias que coincidimos en definir ese punto de encuentro para retirarnos, y es muy lamentable que de la propia autoridad se tenga una respuesta de ese tipo, es muy importante que las autoridades den la cara y expliquen quién dio la orden de desalojar el Zócalo atacando a manifestantes pacíficos, niños, familias, adultos mayores… creo que es muy importante además que se sancione, porque de otra manera el mensaje es de impunidad y de que esto puede volver a suceder… hay todo un ámbito de especulación, de perspectiva en torno a si el objetivo era precisamente generar miedo, y si es así sería muy grave, porque habría sido una decisión tomada en los altos niveles, y la única forma de demostrar que no es así es precisamente informando con detalle quién diseñó el operativo, quién dio la orden, para que así se pueda identificar y sancionar a los que nos agredieron, estamos hablando de cientos de personas, o quizá más, en el mismo caso que el mío.
–donde miles de ciudadanos se habían congregado para demandar la presentación con vida de los 43 normalistas desaparecidos por la policía de Iguala, Guerrero, hace ya 60 días–, y resaltó “el trabajo demostrado (por los uniformados), por el gran valor, gallardía, responsabilidad, y sobre todo (porque) restablecieron el orden público, le guste a quien le guste”… Otra es, sin embargo, la conclusión a la que llegan ciudadanos agredidos esa noche por los policías, tanto federales como capitalinos, que participaron en el operativo para desalojar la Plaza de la Constitución.
Una de esas personas es Jesús González Alcántara, coordinador de comunicación del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia AC, cuya esposa, hija y él mismo fueron golpeados por la policía, mientras participaban esa noche en la manifestación, la cual, destaca, fue preeminentemente pacífica, y aún cuando en Palacio Nacional había un grupo minoritario agrediendo a los agentes que custodiaban el inmueble, “toda la gente que estaba sobre la plaza y en los alrededores mantenía una actitud tranquila y hacía llamados a no recurrir a la violencia”.
A pesar de ello, narra, hacia las 21:40 horas, la Policía Federal y la Policía Auxiliar del DF iniciaron un operativo de “barrido de toda la plaza, y cuando yo y mi familia quisimos desplazarnos por la calle de Madero (principal acceso peatonal al Zócalo) nos dimos cuenta que la calle estaba totalmente oscura, las autoridades apagaron las luces de este andador durante el operativo, y eso es algo que nunca habíamos visto que ocurriera, y eso nos provocó miedo, así que decidimos dar media vuelta y buscar salir de la plaza por la calle 5 de Mayo (paralela a Madero), pero la policía nos impidió el paso por ese lado y, en un instante, un grupo de granaderos se desprendió del contingente que nos bloqueaba el paso y, sin mediar palabra, nos empezaron a golpear, a mi familia y al resto de la gente que quedamos atrapados, ahí fue cuando comenzó el caos.”
Junto con otras familias que intentaban salir de la plaza, Jesús González Alcántara, su esposa e hija, fueron empujados por la policía de vuelta hacia la calle de Madero. “Empiezan a rociarnos con gas pimienta –continúa Jesús–, y eso alteró mucho a la gente, nos pusimos muy nerviosos, hubo gritos, y la policía seguía presionándonos, golpeándonos, y al momento de empezar a caminar fue cuando muchas personas comenzaron a caerse unas sobre otras, ahí fue cuando cayeron mi esposa y mi hija, y a mí un policía me avienta con su escudo y me empieza a gritar que me largue, que deje de estar haciendo chingaderas, pero yo intenté regresar, diciéndole que ahí estaban mi esposa y mi hija, que estaban tiradas, que me dejara ayudarles, y otro granadero me vuelve a golpear por detrás con su escudo… tres o cuatro granaderos comenzaron a golpearme con sus escudos, aventándome.
Con los brazos extendidos, Jesús ruega a los policías que le permitan volver por su esposa e hija, a la cual puede ver que un granadero golpea con su escudo, cuando ella intenta incorporarse. Finalmente, logran reunirse de nuevo y “caminamos lentamente por esa esquina que da vuelta en Madero, y ahí es cuando siento el golpe más fuerte de todos, en la espalda, un policía me pegó con su tolete…”
En la oscuridad de la calle Madero, Jesús y su familia avanzaron, junto con mucha gente más, para alejarse del Zócalo. “Íbamos con mucho susto, con pánico”.
–¿Qué lesiones te dejó esta agresión? –se pregunta al integrante del IMDHD, asociación civil dedicada a la promoción e investigación académica en torno a los derechos humanos.
–Tengo golpes sobre todo en la espalda, en la parte alta, de ambos lados, en el brazo izquierdo, en el antebrazo y en la cintura, que es donde me pegaron cuando me agachaba y hacía de lado, protegiéndome la cabeza… Las lesiones de mi esposa e hija son moretones en las piernas, causados en el momento en que cayeron ellas sobre otras personas, y otras personas encima de ellas, y por los golpes con los escudos…
–¿Como integrante de una organización de derechos humanos, qué impresiones te dejó el operativo del 20 de noviembre?
–Me toca constatar que a dos años de los hechos del 1 de diciembre de 2012, cuando hubieron situaciones así e incluso más fuertes, seguimos prácticamente en el mismo punto: de nada valió la recomendación de la Comisión de Derechos Humanos del DF en el sentido de capacitar a los policías, de que se elaboraran protocolos para este tipo de manifestaciones ciudadanas, en fin, el operativo del 20 de noviembre nos vuelve a regresar a 2012 y nos queda la incertidumbre a los ciudadanos sobre a qué tipo de autoridad nos estamos encomendando. Lo que ocurrió es muy preocupante, porque nos dejan en total indefensión a las y los ciudadanos que queremos seguir participando en este y en otro tipo de denuncias pacíficas. El saber que los policías no tienen la capacidad de distinguir entre las personas que están violentando, y entre las personas que pacíficamente nos estamos manifestando, es desalentador. La policía golpeó a ancianos, a niños, a familias enteras. Además, seguimos sin saber exactamente quiénes son esas personas que violentan las manifestaciones, quiénes están detrás de esas personas, van dos años en donde aparecen sistemáticamente en marchas así, y hasta el momento ni una sola de esas personas ha sido detenida, y mientras ellos queden en total impunidad, por otro lado tenemos a once jóvenes detenidos, sujetos a un proceso jurídico a todas luces irregular…
–¿Crees que hubo provocadores infiltrados en la protesta?
–No me queda duda. Hay gente que está tratando de reventar estos actos en los que la ciudadanía nos hemos lanzado a las calles a exigir demandas particulares, y la autoridad no ha sido capaz de determinar quiénes son y, debido a eso, nuestra mayor sospecha es que las mismas autoridades están detrás del patrocinio de estos grupos, para que la población se inhiba y deje de participar en estos actos públicos.
Violencia interiorizada
El pasado 20 de noviembre, otra familia agredida por la policía fue la de Juan Martín Pérez García, director ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México, quien aparece en una de las fotografías más difundidas del operativo, en el momento en que su madre, su esposa y sus hermanas son derribadas por los granaderos, mientras él intenta mantener el equilibrio y no caer, junto con su hijo de tres años, a quien llevaba en brazos. Detrás de ellos, la imagen muestra cómo policías federales y capitalinos golpean entre varios a un manifestante.
Luego de participar en la manifestación por los 43 desaparecidos en Iguala, Juan Martín y su familia se apostaron en la esquina de 5 de Mayo, en espera de otros familiares que venían en contingentes estudiantiles, y fue cerca de las 21:30 cuando “observamos que la gente que estaba en Catedral corre hacia donde estábamos nosotros, y nos plegamos hacia la cortina de un negocio, abriendo paso, pensando que quizá venían persiguiendo a alguien, pero notamos que el número de gente y la velocidad con la que corrían aumentaba, por un momento parecía una estampida, porque la gente se agolpaba, y lo más impactante fue cuando detrás de ellos distinguimos a los policías federales y auxiliares del DF, que venían golpeando a todos con sus toletes, con la base de sus escudos, y arrojándonos objetos”.
En esta esquina del Zócalo, subraya Juan Martín, no había grupos que estuvieran atacando a la policía ni había encapuchados. “Nosotros le gritamos a la policía que éramos familias, todos los que estábamos ahí, porque así era: muchas familias habían elegido ése como punto de encuentro tras la manifestación, pero los policías nos encapsularon y no sé cuánto tiempo estuvimos ahí, recibiendo golpes y empujones… de hecho, la fuerza con la que nos fueron compactando fue tal que la cortina metálica contra la cual nos arrojaron se comenzó a doblar, y nosotros seguimos gritándoles ‘no a la violencia’ y ‘somos familias’, y lo que conseguimos fue que la policía abriera una especie de corredor por el cual nos dejaron caminar, hacia fuera del Zócalo, pero conforme la gente pasaba, los granaderos iban pegándonos… ahí fue cuando mi familia cayó al suelo, con sus escudos los granaderos derribaron a mi mamá, que es una mujer de 63 años, a mi esposa y a mis hermanas, y ese es el momento captado en la fotografía, cuando estoy sujetando a mi hijo de tres años para que no se me cayera y, al mismo tiempo, intentando levantar a mi mamá.”
Por esta fotografía, aclara Juan Martín, “yo he recibido muchas críticas en redes sociales, en las que se me acusa de ser un padre irresponsable por haber acudido a esta manifestación con mi hijo de tres años… y lo que pasa es que tenemos tan interiorizado el discurso de la violencia que, en automático, culpamos a la víctima de lo que ocurre. Eres culpable de que te violen por haber usado minifalda; eres culpable de que te desaparezcan, por vivir en Ecatepec; te mataron por vivir en Guerrero; y en mi caso, la gente me culpa por la agresión que sufrió mi familia, por haberla llevado a una manifestación en el Zócalo. Pero tenemos que aclarar que tenemos el derecho a manifestarnos libre y pacíficamente, y el derecho a hacerlo en familia… tenemos que ser muy claros en que eso no está prohibido, lo que está prohibido por ley es que la autoridad haga uso de la fuerza en contra de ciudadanos y ciudadanas pacíficos.
Tras esta agresión, Juan Martín, su esposa y hermanas, resultaron con diversos moretones en el cuerpo, y su madre, tras ser arrojada al suelo por los granaderos, quedó con una lesión en el tobillo. El niño de tres años no sufrió lesión alguna, aunque sí quedó “con temor a los policías”.
–Como defensor de derechos humanos, ¿cómo describes el operativo realizado el 20 de noviembre?
–Me queda claro que alguien dio la orden de desalojar el Zócalo atacando a las personas, porque incluso hubo un momento en que se apagaron las luces del Zócalo, y eso fue totalmente intencional. Además, los policías no tenían ningún tipo de criterio de diferenciación: llegaron a atacar a mansalva… donde yo estaba no se encontraba nadie encapuchado, o aventando piedras o algún otro objeto a la policía, éramos familias que coincidimos en definir ese punto de encuentro para retirarnos, y es muy lamentable que de la propia autoridad se tenga una respuesta de ese tipo, es muy importante que las autoridades den la cara y expliquen quién dio la orden de desalojar el Zócalo atacando a manifestantes pacíficos, niños, familias, adultos mayores… creo que es muy importante además que se sancione, porque de otra manera el mensaje es de impunidad y de que esto puede volver a suceder… hay todo un ámbito de especulación, de perspectiva en torno a si el objetivo era precisamente generar miedo, y si es así sería muy grave, porque habría sido una decisión tomada en los altos niveles, y la única forma de demostrar que no es así es precisamente informando con detalle quién diseñó el operativo, quién dio la orden, para que así se pueda identificar y sancionar a los que nos agredieron, estamos hablando de cientos de personas, o quizá más, en el mismo caso que el mío.
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