Carola Chávez
El
año había empezado con un rayito de claridad escurriéndose entre los
densos nubarrones de esta tormenta inclemente. Se empezaba a respirar,
con dificultad, sí, pero respirar, después de meses de estrangulamiento.
Las tiendas y mercados se llenaron de productos
“importados con dólares propios”, que que eran “propios” desde que
Cadivi se los entregó, hacía uno o dos años, para que importaran lo que
hoy importan como si lo hicieran con gran sacrificio, desprendimiento y
amor por la patria. Aparecieron los productos a precios de bachaquero,
pero hacía tanto tiempo que esos eran los precios que ya no importaba
tanto. Los aumentos de salario empezaban también a desahogarnos un poco.
Se empezaba a ver un poquito de luz y ¡No es no!
El antichavismo se lanzó entonces por el barranco
de una violencia que escaló a niveles insospechados. Los vimos quemar
gente viva, los vimos armando niños con volátiles armas artesanales,
vimos a esos niños morir, explotado en su pecho el mismo mortero que iba
a convertirlos en asesinos, vimos a vecinos linchando vecinos, los
vimos justificando semejantes horrores. Vimos el terror a la cara,
sentimos el frío en la espalda de una guerra civil a la vuelta de la
esquina. Vimos a la inconsciencia borracha de soberbia aplaudiendo
planes criminales contra todos, contra ellos mismos, contra sus hijos,
con tal de salir de estos negros que nos gobiernan. Vivimos todos
peligrosamente.
Con el aliento fétido de la guerra despeinándonos,
nadie pensaba en los precios. Urgía recuperar la paz. Y la paz llegó
con la Constituyente, con la voluntad del voto por encima de cualquier
amenaza, llegó la paz de sopetón, casi como un hecho mágico que de
mágico no tenía nada. Fue un magistral golpe de timón del presidente
Maduro, que terminamos entendiendo con la claridad con la que él lo
entendía cuando votamos y amanecimos sin el terror respirándonos en el
pescuezo.
Votamos dos veces más, cerrando un año de
victorias que consolidan la paz, pero enfrentando otra guerra feroz,
manejados sus hilos por el enemigo de siempre, esta vez mordiéndonos el
estómago. Será este uno de los frentes de lucha del 2018, uno de tantos
que enfrentaremos y, como siempre, venceremos.
@Tongorocho
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