Cierto
pastor, cuyo carácter era un tanto triste, solía visitar de vez en
cuando a los enfermos de un hospital, con el deseo de motivarlos a
pensar en sus almas. Pero su rostro largo, sus ojos tristes y sus
palabras solemnes en extremo, le restaban bastante éxito en su
propósito.
Un día, cuando se acercó al lecho de un enfermo le dijo:
- ¿Ya sabe usted que es un miserable pecador?
- ¿Miserable? ¿Pecador? – Le contestó el enfermo- Pecador, sí… pero, miserable… ¡no!
- ¿Cómo que no? – protestó el visitante.
- Porque Jesús me ha salvado. Y, perdone... ¿Es usted salvo?
- ¡Qué pregunta! ¿No ve que estoy visitando enfermos para hablarles de Cristo?
- Es que no lo parece… no le veo a usted el gozo por ninguna parte.
¿Qué ve la gente en ti? ¿Una persona amargada o una gozosa? ¿A alguien pesimista o que tiene plena confianza en Dios?
Es verdad que todos tenemos temperamentos diferentes, algunos son más extrovertidos que otros, hay quienes hablan mucho y están los de pocas palabras, otros prefieren estar en casa con un buen libro y hay gente que prefiere salir, están los pacientes y aquellos que necesitan trabajar más en eso. Sin embargo, nuestra actitud frente a la vida y los problemas que enfrentamos dice mucho acerca de nuestra relación con Dios y la confianza que le tenemos.
Filipenses 4: 4 dice: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: !!Regocijaos!” (RVR 1960) y añade en los versículos 6 y 7: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Entonces, ¿Por qué vivir afanados, tristes, angustiados o deprimidos? Dios tiene cuidado de nosotros y responde nuestras oraciones.
Recuerda que no hay nada que pueda separarnos del amor de Dios y que todos sus planes son para bien. En lugar de deprimirte por lo que te sucede y enojarte con quienes te rodean, confía en los propósitos de Dios y vive con gozo. Es verdad que podemos estar preocupados por algo que nos sucede, somos humanos, pero no podemos permitir que la amargura entre en nuestros corazones y para evitar eso debemos entregarle nuestras cargas a Dios.
Tu vida es el mejor testimonio de quién es Dios para ti y de cuánto confías en Él. Recuerda que la gente no recordará tanto tus palabras, sino tus acciones por eso, sin importar las circunstancias, permite que tu fe se vea reflejada en el gozo que Dios pone en tu vida.
Un día, cuando se acercó al lecho de un enfermo le dijo:
- ¿Ya sabe usted que es un miserable pecador?
- ¿Miserable? ¿Pecador? – Le contestó el enfermo- Pecador, sí… pero, miserable… ¡no!
- ¿Cómo que no? – protestó el visitante.
- Porque Jesús me ha salvado. Y, perdone... ¿Es usted salvo?
- ¡Qué pregunta! ¿No ve que estoy visitando enfermos para hablarles de Cristo?
- Es que no lo parece… no le veo a usted el gozo por ninguna parte.
¿Qué ve la gente en ti? ¿Una persona amargada o una gozosa? ¿A alguien pesimista o que tiene plena confianza en Dios?
Es verdad que todos tenemos temperamentos diferentes, algunos son más extrovertidos que otros, hay quienes hablan mucho y están los de pocas palabras, otros prefieren estar en casa con un buen libro y hay gente que prefiere salir, están los pacientes y aquellos que necesitan trabajar más en eso. Sin embargo, nuestra actitud frente a la vida y los problemas que enfrentamos dice mucho acerca de nuestra relación con Dios y la confianza que le tenemos.
Filipenses 4: 4 dice: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: !!Regocijaos!” (RVR 1960) y añade en los versículos 6 y 7: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Entonces, ¿Por qué vivir afanados, tristes, angustiados o deprimidos? Dios tiene cuidado de nosotros y responde nuestras oraciones.
Recuerda que no hay nada que pueda separarnos del amor de Dios y que todos sus planes son para bien. En lugar de deprimirte por lo que te sucede y enojarte con quienes te rodean, confía en los propósitos de Dios y vive con gozo. Es verdad que podemos estar preocupados por algo que nos sucede, somos humanos, pero no podemos permitir que la amargura entre en nuestros corazones y para evitar eso debemos entregarle nuestras cargas a Dios.
Tu vida es el mejor testimonio de quién es Dios para ti y de cuánto confías en Él. Recuerda que la gente no recordará tanto tus palabras, sino tus acciones por eso, sin importar las circunstancias, permite que tu fe se vea reflejada en el gozo que Dios pone en tu vida.
Ana María Frege Issa
CVCLAVOZ
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