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Confesiones de un viejo acaparador. Por Eduardo Rothe


Me escribes desde Francia para preguntarme, en tono inquisidor y nada amable, si tengo algo que ver con la escasez que tú llamas, con lenguaje chavista, “guerra económica”. Tu pregunta y el tono me molestan, pero no me preocupan: cuando te envié a terminar tus estudios en Francia (en vez de Estados Unidos como quería tu padre) sabía que la ventaja de una cultura europea venía con el riesgo de contagio de ideas libertarias que siempre renacen en el viejo continente.
Mi respuesta es sí, tengo mucho que ver, pero un “sí” más largo de lo que puedas imaginar. Mi primera batalla en esta  “guerra” la di siendo un joven empresario, contra el gobierno de Rómulo Betancourt: entonces escondimos alimentos, pero especialmente los huevos (que llegaron a valer oro) y la leche, que mis colegas del Zulia arrojaban al Lago de Maracaibo. Se trataba de aumentar los precios, cosa que logramos, y de protestar veladamente por el inicio de una mal llamada “reforma agraria” que, afortunadamente, no llegó a afectar nuestras propiedades y se limitó repartir parcelas a los campesinos y abandonarlos a su suerte.  Betancourt, que tenía fama de duro, comprendió que no podía con nosotros y se dedicó a provocar y combatir a la izquierda, y a seguir los consejos (financieros y mercantiles) de su amigo personal Nelson Rockefeller. No fuimos muy duros con su gobierno, porque la guerrilla se nos antojaba un peligro mayor, y Betancourt defendía a plomo limpio nuestros intereses.  Pero, con altos y bajos, el método de crear escasez para aumentar los precios se repitió a lo largo de casi todos los 40 años de democracia, y forma parte del juego de poder entre la libre empresa y el Estado interventor.
La diferencia con estos 15 años de gobierno “socialista” (sic) es que el acaparamiento y  la especulación, como llaman a la dinámica de la oferta y la demanda, tienen como propósito (además del beneficio que obtenemos) debilitar la base popular del gobierno. Esto no es nuevo, la mal llamada “guerra económica” fue incluso total cuando el paro petrolero del 2002-2003: desapareció la gasolina y todo lo demás: no había gas, cerveza, licores, ni cigarrillos, se paralizaron aeropuertos, terminales de autobús y ferrys, Aveledo suspendió la temporada de pelota profesional y hasta dejaron de transmitir telenovelas. Recuerdo haber visto, mientras mis pilotos negociaban combustible para el avión de la empresa, al escritor Vargas Llosa durmiendo en el suelo del aeropuerto de Valencia.
Los costos para el gobierno chavista fueron inmensos, pero también sufrieron millares de pequeños y medios empresarios que cerraron sus negocios, voluntariamente u obligados, porque (a diferencia de nosotros) no tenían respaldo de los bancos ni de los gringos. El paro fracasó y Chávez salió fortalecido porque no cayó en la provocación, no suspendió las garantías ni tomó medidas dictatoriales. Se pensó que iba a reaccionar como un rudo militar y no como un sabio chino; hay que reconocer que el personaje era hábil y tenía carisma, a diferencia de los pendejos políticos que nos representan.
Un paro de la magnitud del 2002-2003 ya no es posible, porque hoy el Estado tiene el control, administrativo y político, de PDVSA, y la base popular del chavismo está consolidada. Pero la batalla actual está mejor planificada, con menos violencia y más astucia, como una operación de “guerra psicológica”, que llaman.  Se hizo un ensayo general en noviembre-diciembre del 2013, que tenía también el propósito de influir en las elecciones regionales (pero salió al revés de lo esperado) y se tomó nota de la reacción oficial para actuar de manera escalonada, para desgastar al gobierno, como hacemos ahora.
Debes saber que yo no formo parte del estado mayor de esta “tormenta perfecta de la demanda insatisfecha” como la llama mi amigo Tancredi: pero apoyo el cambio de modelo económico y una eventual modificación de la Constitución. Además, me pagan por lo que no vendo, por lo que caduque o me sea confiscado… y cualquier otro daño colateral. Como empresario no cedo a pasiones: se trata de negocios. Te digo más, aunque me desagrada la retórica chavista y las pretensiones políticas que ha despertado en el vulgo, no me importaría que Maduro siguiera gobernando, si nos dejara aprovechar –como antes- la renta petrolera, subsidiara nuestras empresas y nos diera “garantías jurídicas” que en buen cristiano significa dejarnos actuar como nos conviene. Pero estos chavistas son muy recalcitrantes, y no les importa ir contra la corriente neoliberal que gobierna el planeta.
Tú me preguntas por la “producción”, y yo te respondo con la distribución. Nuestros políticos chillan que Maduro ha desmantelado un “aparato productivo” que en Venezuela jamás existió: nunca se ha producido suficiente, porque hay muchísimos productos que es más rentable importar. Y a los empresarios la única producción que nos interesa es la producción de dinero. De ahí viene nuestra fortuna, ya sea en la industria, la importación, el comercio, la agroindustria o la especulación financiera. Porque mientras el pueblo convierte el dinero en mercancía, los empresarios convertimos el dinero en capital. Ellos quieren los huevos, nosotros las gallinas.
Sí, mi querido nieto, tu abuelo es un “capitalista” que especula, acapara y, llegado el caso, patrocina el contrabando.  Y lo hago porque “no hay  ninguna razón para no hacerlo”, como dijo  un político del siglo pasado. Además, con los Estados Unidos pagando la orquesta, no vamos a dejar de bailar;  gracias al dólar paralelo no pierdo, y hasta gano más, porque me compensan por el riesgo. Lo seguiré haciendo mientras pueda, y no me avergüenzo por ello…y tú tampoco deberías avergonzarte.
Pero no soy un desalmado: en Venezuela hay molestias e incomodidades, hay irritación, pero nadie pasa hambre. Hay dinero, y eso explica las colas hasta para comprar neveras y lavadoras. Es cierto que el acaparamiento de medicinas es, como tú dices, cruel e inhumano, pero en ese sector nuestra familia nunca ha incursionado (a mi padre le repugnaba el olor de los laboratorios). No apruebo lo que hace la industria farmacéutica, pero tampoco los critico porque esa es la naturaleza de la bestia. Business are business. 
En cuanto a si vamos a producir un golpe de Estado, no lo sé a ciencia cierta. Lo que se busca es alguna especie de “caracazo” y un cambio lo menos traumático posible, pero no soy triunfalista y mucho me temo que quizás no ganemos esta batalla, en la medida en que, poco a poco, el gobierno va controlando la distribución y develando el acaparamiento. Cierto, el contrabando no se detendrá nunca, pero se reduce semana a semana. Y esta situación nos da fuerza a la hora de negociar… Cuando estudiaba en Francia tuve un amigo comunista que decía “la dialéctica es el arte de caer siempre de pie”… En eso estamos nosotros.
Espero haber tranquilizado tu conciencia. Recuerda siempre que, como dijo tu padrino, yo “especulo pero doy empleo”. Saludos a la bella Francia.
Tu abuelo que te quiere

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