Su biografía dice: autor, actor y médico psicoterapeuta, que había nacido el 10 de diciembre de 1933, o sea que se aprestaba a cumplir los 82 años. Que entre sus obras más destacadas siempre hay que acordarse de nombrar a “El Señor Galíndez”, “Telarañas”, “Potestad”, “Paso de dos”, “Rojos globos rojos”, “Poroto” y “La muerte de Marguerite Duras”.
También, mencionar que como actor, ha representado sus propios textos; y muchas de sus obras participaron de festivales internacionales, como “Potestad”, en más de 40 encuentros. Que sus textos han sido llevados al cine: “El Señor Galíndez” (director: Rodolfo Khun), una versión de “Rojos globos rojos” conocida como “La nube” (director: Pino Solanas); y también “Potestad” (proyecto de César D’Anjelello). O que gran parte de sus andares teatrales y en la vida misma contaron con el apoyo fundamental de su compañera entrañable, en las buenas y las malas, Susy Evans.
También, si rebuscamos aún más, nos encontramos con que el incansable Tato actuó en numerosas películas, entre ellas “Los herederos”, “Heroína”, “Los chicos de la guerra”, “El exilio de Gardel”, “Miss Mary y “Cuarteles de invierno”. Y ni qué decir que como profesional médico, Pavlovsky es creador del Movimiento Psicodramático en Latinoamérica, autor del primer libro en castellano sobre Psicoterapia de grupo de niños adolescentes y actualmente coordina el Centro de Psicodrama Psicoanalítico Grupal.
Premios no le faltaron a Pavlovsky y vale mencionar entre otros, el Premio del Teatro IFT (1967), el Premio del Festival de Teatro de las Américas (Montreal 1987), el Premio de la Revista Time Out (Londres, 1987), el Premo Moliére (Francia, 1989), el Premio Prensario (1994), los Premios Argentores y ACE (1995), el Premio Konex de Platino (2001) y el Premio Konex - Diploma al Mérito (1994, 2001 y 2004).
Recientemente, la Legislatura argentina, en un homenaje más que necesario, lo había designado “Ciudadano Ilustre”.
Sin embargo, lo que generalmente omiten las biografías son los aspectos esenciales de tipos como Tato, infatigables en la solidaridad con los que luchan y sufren en las mazmorras de la miseria, combatiente en la batalla de ideas, desde la que jamás dejó de ser un fogonero de la izquierda más radical y revolucionaria. Un latinoamericano hecho y derecho, que despreciaba a botas y sotanas, pero también a genuflexos y lameculos que venden sus ideales por cuatro monedas. Como su gran compañero de tantas tropelías, Norman Briski, fue recalcitrantemente anti fascista, valientemente hermano de los que son amigos de las causas justas y que por lo tanto navegan aislados y sufren muchas veces a la intemperie por no acomodarse al discurso posibilista tan en boga hoy por estos lares.
Con Tato Pavlovsky se nos va, sin duda, uno de los más grandes dramaturgos y actores de esta Argentina contemporánea, pero sobre todo, nos deja bastante huérfanos, o “en pelotas” como vocearía él mismo en tono dramático, un ser difícilmente irremplazable, que en estos últimos días -nos cuenta Norman- sintetizaba su mirada hacia el alrededor, manifestando que estaba en un momento en que “no le tenía miedo a nada”. Ni siquiera a la muerte que vino a buscarlo temerosa de enfrentarse con alguien con tanta dignidad y rebeldía.
Hasta la victoria siempre, querido Tato. Tus enseñanzas seguirán rodando, imparables.
Hasta la victoria siempre, querido Tato. Tus enseñanzas seguirán rodando, imparables.
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