1.- Sorprende que dirigentes políticos fogueados,
con amplia experiencia y capacidad intelectual, se dejen atrapar por el
odio y coloquen al país en un disparadero. O mejor: contribuyan a
echarle más fuego a la crisis que afecta a todos por igual, tanto a
partidarios del gobierno como de la oposición y al pueblo en general.
Hago esta caracterización del momento porque la responsabilidad en lo
que sucede es compartida.
2.- Pretender descargar solo en el presidente Nicolás Maduro la responsabilidad en la actual situación y señalar que la solución está en su salida de Miraflores es, cuando menos, una temeridad. Es una actitud que se inspira en un revanchismo primitivo, irracional, que no se pasea por las consecuencias traumáticas de semejante propuesta. Por sus consecuencias, que serían peores que el mal que se quiere extirpar. Ya que son muchas las causas, pasadas y presentes, que influyen en lo que sucede. Por el contrario, es encomiable el esfuerzo que realiza el actual Jefe de Estado para encarar la situación. Para dar respuesta a la crisis. Prodigándose con insólita perseverancia en la búsqueda de soluciones y luchando a diario para sacar a flote al país. Revela mezquindad no reconocerlo, y atribuirle escaso interés en atacar el fenómeno, de por sí muy complejo.
3.- Es innegable que el burocratismo, la corrupción, la desidia oficial ante graves hechos, imputables a la gestión del gobierno, son elementos que pesan. Pero no es menos cierto que la conducta general de la oposición -de reiterados actos de sabotaje y flagrante actividad conspirativa-, contribuye al agravamiento de la crisis. Mas no creo que sea el momento para la mutua inculpación, sino el de la búsqueda de mecanismos que faciliten acuerdos y permitan que los venezolanos, sin exclusiones, aporten iniciativas a la solución de los problemas.
4.- Por eso resulta insólita la hoja de ruta adoptada por la oposición en este momento crucial. En ella se coloca el énfasis en lo que, en lenguaje descarnado, equivale al derrocamiento del presidente Maduro. Es decir, en la ruptura del orden constitucional. Ya que hasta ahora ninguna de las fórmulas propuestas encaja en las previsiones de la Carta Magna, salvo el revocatorio, curiosamente puesto de lado por la incertidumbre que provoca en el sector opositor que alienta la desestabilización. Las restantes conducen a salidas extraconstitucionales generadoras, automáticamente, de mayor crisis y de violencia. Como es el caso de una constituyente, la reforma o la enmienda constitucional, la renuncia voluntaria y, la más reciente -traída por los cabellos-, el abandono del cargo.
5.- Algo tan serio como defenestrar a un presidente electo por el pueblo, que ejerce a tiempo completo el cargo, se banaliza. En el marco de un debate irresponsable que sienta un precedente funesto. Pareciera como si los promotores no se dan cuenta del error en que incurren. De la trampa que montan. Que significa acabar con el blindaje de la Constitución y abrir las puertas a cualquier aventura. Eso sin entrar a considerar las consecuencias del vacío de poder que se crearía y la ingobernabilidad del país, una vez consumado el atentado contra el orden democrático y constitucional de la República. Que cada quien asuma sus responsabilidades. El síndrome de Sansón acecha.
Los metiches
Estuvieron de visita -¿o de paseo?- unos titulares de premios Nobel con el supuesto propósito de aconsejar a los venezolanos. El polaco Lech Walesa, el tico Oscar Arias y la señora Noami Tuttu, hija del también Nobel Desmond Tuttu. Discursearon en la Asamblea Nacional en tono abiertamente injerencista, contactaron con líderes de la oposición y declararon a los medios contra el gobierno. Fueron respetados por las autoridades locales. No les limitaron sus desplazamientos ni fueron objeto de censura. Si tuvieran menos compromisos con los patrocinantes de la incursión podían haberlo reconocido. Pero no fue así: el libreto y el estipendio no lo contemplaba. Lo que sí es seguro es que estos personajes nada saben de Venezuela. Y mucho menos de la oposición que los trajo. Por ejemplo, ¿en cuántas tentativas y golpes de Estado contra el orden constitucional han participado los anfitriones? ¿Acaso sabrían que preparan otro?.
2.- Pretender descargar solo en el presidente Nicolás Maduro la responsabilidad en la actual situación y señalar que la solución está en su salida de Miraflores es, cuando menos, una temeridad. Es una actitud que se inspira en un revanchismo primitivo, irracional, que no se pasea por las consecuencias traumáticas de semejante propuesta. Por sus consecuencias, que serían peores que el mal que se quiere extirpar. Ya que son muchas las causas, pasadas y presentes, que influyen en lo que sucede. Por el contrario, es encomiable el esfuerzo que realiza el actual Jefe de Estado para encarar la situación. Para dar respuesta a la crisis. Prodigándose con insólita perseverancia en la búsqueda de soluciones y luchando a diario para sacar a flote al país. Revela mezquindad no reconocerlo, y atribuirle escaso interés en atacar el fenómeno, de por sí muy complejo.
3.- Es innegable que el burocratismo, la corrupción, la desidia oficial ante graves hechos, imputables a la gestión del gobierno, son elementos que pesan. Pero no es menos cierto que la conducta general de la oposición -de reiterados actos de sabotaje y flagrante actividad conspirativa-, contribuye al agravamiento de la crisis. Mas no creo que sea el momento para la mutua inculpación, sino el de la búsqueda de mecanismos que faciliten acuerdos y permitan que los venezolanos, sin exclusiones, aporten iniciativas a la solución de los problemas.
4.- Por eso resulta insólita la hoja de ruta adoptada por la oposición en este momento crucial. En ella se coloca el énfasis en lo que, en lenguaje descarnado, equivale al derrocamiento del presidente Maduro. Es decir, en la ruptura del orden constitucional. Ya que hasta ahora ninguna de las fórmulas propuestas encaja en las previsiones de la Carta Magna, salvo el revocatorio, curiosamente puesto de lado por la incertidumbre que provoca en el sector opositor que alienta la desestabilización. Las restantes conducen a salidas extraconstitucionales generadoras, automáticamente, de mayor crisis y de violencia. Como es el caso de una constituyente, la reforma o la enmienda constitucional, la renuncia voluntaria y, la más reciente -traída por los cabellos-, el abandono del cargo.
5.- Algo tan serio como defenestrar a un presidente electo por el pueblo, que ejerce a tiempo completo el cargo, se banaliza. En el marco de un debate irresponsable que sienta un precedente funesto. Pareciera como si los promotores no se dan cuenta del error en que incurren. De la trampa que montan. Que significa acabar con el blindaje de la Constitución y abrir las puertas a cualquier aventura. Eso sin entrar a considerar las consecuencias del vacío de poder que se crearía y la ingobernabilidad del país, una vez consumado el atentado contra el orden democrático y constitucional de la República. Que cada quien asuma sus responsabilidades. El síndrome de Sansón acecha.
Los metiches
Estuvieron de visita -¿o de paseo?- unos titulares de premios Nobel con el supuesto propósito de aconsejar a los venezolanos. El polaco Lech Walesa, el tico Oscar Arias y la señora Noami Tuttu, hija del también Nobel Desmond Tuttu. Discursearon en la Asamblea Nacional en tono abiertamente injerencista, contactaron con líderes de la oposición y declararon a los medios contra el gobierno. Fueron respetados por las autoridades locales. No les limitaron sus desplazamientos ni fueron objeto de censura. Si tuvieran menos compromisos con los patrocinantes de la incursión podían haberlo reconocido. Pero no fue así: el libreto y el estipendio no lo contemplaba. Lo que sí es seguro es que estos personajes nada saben de Venezuela. Y mucho menos de la oposición que los trajo. Por ejemplo, ¿en cuántas tentativas y golpes de Estado contra el orden constitucional han participado los anfitriones? ¿Acaso sabrían que preparan otro?.