YVKE Mundial/ Ciudad Caracas
Con la consolidación de internet y los canales de cable, los esquemas de consumo televisivo han sufrido cambios notables. El asunto del rating, por ejemplo, ha dejado de tener importancia. Aquellas fatigosas confrontaciones entre los canales de señal abierta hoy brillan por su ausencia. Sin ser de extrañar, los mentados surveys —y su bombeo incesante de promociones chillonas— impelían una competitividad que sabía traducirse en programación de calidad. Fue, sin duda, la época dorada de nuestra TV.
Suplantado hoy el paradigma massmediático por el de una televisión funcional, hecha a medida, los estudios espaciosos, la nómina amplia y la estructura corporativa de estos canales se han hecho obsoletos. Lo que estamos viendo en Venevisión y Televen es la manifestación natural de todo proceso de extinción, el forcejeo épico de un condenado, su canto de cisne.
Resulta por tanto menos insólito que una legión de productores, guionistas, técnicos y actores terminen dando basa a espacios como Súper Sábado Sensacional, El Avispero o Atómico, acuñadas fórmulas de la televisión de variedades que, paradójicamente, carecen de variedad. El ejemplo más gráfico de lo que llevo dicho es El show del vacilón, híbrido inclasificable, promocionado para transmitirse de martes a viernes en el prime time de Venevisión, tras un largo año de intrascendentes emisiones semanales.
Su falta de gracia no parece tan grave como la incapacidad de improvisar de sus moderadores, única esperanza de sacar adelante un programa sin estructura ni libreto, ambientado en el mismo, e inane, decorado. A mí me han hecho recordar a aquel delirante cineasta que husmeaba en los galpones de Hollywood en busca de escenografías olvidadas. En las noches, ingresando clandestinamente con su equipo de actores y camarógrafos, se iba inventando una película infinita que mezclaba escenas del Viejo Oeste, la Segunda Guerra Mundial y el espacio interestelar. Aquello debía tener más sentido.
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