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EL DIRIGENTE DEPORTIVO

Un dirigente deportivo debe ser un
líder y ser líder no es fácil, ello
representa una gran
responsabilidad y un reto sin igual,
es una lucha ardua día tras día y lo
más importante, ser líder es
desear serlo.


Un dirigente deportivo tiene que
ser creíble, los deportistas tienen
que ver en él sus valores
personales como: honestidad,
coherencia, compromiso,
competencia. El líder debe ser
“proactivo” y no “reactivo”, pues
los deportistas, padres de familia y
todos quienes lo rodean lo que
necesitan es esperanza.
Un buen dirigente deportivo no
debe pasarse en un despacho
aislado, sino convivir con aliados y
deportistas; este debe crear entre
su comunidad identificación e
implicación con el proceso de
cambio, involucrando a toda la
familia deportiva en las causas,
intenciones, programas y
proyectos.
El dirigente debe tener una actitud
de permanente aprendizaje, ser
humilde y admitir que no se
conoce todas las respuestas y que
por tanto se necesita el capital de
experiencias y conocimientos de
todos los implicados en cualquier
proyecto, tiene que desarrollar un
modo de proceder que facilite la
interacción y crear una atmósfera
cálida y agradable, ya que este
toma importantes decisiones que
afectan directamente a las
competencias deportivas,
interactúa básicamente con
eventos complejos, tales como las
actuaciones de los deportistas y
técnicos, situaciones financieras,
resultados y objetivos
preestablecidos; éstos a su vez son
influidos por diversos factores que
integran el campo psicológico del
dirigente deportivo.
Es necesario que exprese y valore
los logros de la familia deportiva,
es fundamental que fomente la
capacidad de adaptación y
convierta las amenazas en
oportunidades.
Las máximas se aplican a todo
dirigente deportivo, Presidente,
Vicepresidente, Tesorero,
Secretario, Vocales etc. etc.
Partiendo del modelo ideal del
dirigente deportivo; es éste mismo
quien debiera preguntarse: ¿soy
un buen dirigente? ¿Cómo puedo
mejorar en lo que hago? y ¿Qué
me hace falta para ser mejor?”
El dirigente no debe perder de
vista la meta, tampoco refrenar su
pensamiento ante cualquier
obstáculo. Finalmente, todo aquel
que desee ser un buen dirigente
deportivo nunca debe olvidar que
el liderazgo sin la dirección es
imposible y la dirección sin
liderazgo es irresponsable.
Un buen dirigente es aquel que no
toma decisiones propias sin la
consulta y la aprobación de la
mayoría de la Comisión Directiva y
no ofenderse ni tomar represalia si
la mayoría opina lo contrario a él. El
dirigente siempre tiene que tener
en cuenta que forma parte de un
equipo de trabajo, por ende el
equipo es quien decide.
Jose Abad