Salvajes y crueles con los animales hasta límites
insospechados. El ‘homo ibericus’ no parece igual de macho si no hace
sufrir a un animal o si no lo mata haciendo de ello un espectáculo
protagonizado y presenciado por una horda que disfrutan con el dolor
animal
Llorando aún la muerte de ‘Rompesuelas’, el toro lanceado en el
pueblo de Tordesillas, hasta morir, podría darse por finalizada la
temporada estival del maltrato animal en España. Sin embargo, lo que
nunca termina son las ganas de hacer el cazurro: la España profunda no
se cansa de celebrar sus fiestas cumpliendo con tradiciones que, en
pleno siglo XXI, destacan por su brutalidad y que parecen salidas de la
Edad Media (e incluso algunas vienen de ella).
Son salvajes y crueles con los animales hasta límites insospechados.
El ‘homo ibericus’ no parece igual de macho si no hace sufrir a un
animal o si no lo mata haciendo de ello un lamentable espectáculo
protagonizado y presenciado por una horda de personajes anacrónicos que
disfrutan con el dolor animal. Podemos echarnos las manos a la cabeza
con este viaje por la España que aún vive anclada en la época medieval:
BATALLA DE RATAS MUERTAS
En El Puig, Valencia, la tradición medieval de matar ratas para
evitar la expansión de la peste ha llegado hasta nuestros días
convertida en una “tomatina con ratas”. Cada último domingo de enero,
los jóvenes del pueblo participan en la batalla de ratas: tras apalear y
congelar a los roedores para la celebración, se lanzan unos a otros los
cadáveres de las ratas. Podrían ser libros pero no, se tiran ratas
muertas.
TORO DE SAN JUAN
Si eso de perseguir a un toro con lanzas para matarlo parece poco
civilizado, la forma de acabar con la vida de los toros en Coria
(Cáceres) en sus fiestas de San Juan no parece mucho mejor. Hasta hace
unos años, se soltaba al animal en un recinto para que fuera la
divertida diana del pueblo: se le disparaban ‘soplillos’, unos gruesos
alfileres que podían contarse por decenas en la piel del toro. Al
finalizar el encierro, se le mataba de un tiro. Ahora todo es mucho más
respetuoso con el animal: no se le disparan ‘soplillos’, solo se le
descerraja un tiro
EL APEDREAMIENTO DE JUDAS
“¿Quién te mató? ¡Aquel! ¡A pedradas con él!”. Así comienzan, cada
Domingo de Resurrección, una de las fiestas más populares de la
localidad madrileña de Robledo de Chavela: el Judas. Un monigote colgado
de un poste es apedreado por los habitantes del pueblo. El problema
está en que, junto a esta suerte de espantapájaros, hay varios cántaros
con animales vivos en su interior. Al ser apedreados, los recipientes se
rompen y el animal cae. Antiguamente se hacía con ardillas y gatos, que
ahora han sido sustituidos por confeti y palomas, que también sufren el
impacto.
TORO DE LA VEGA
Rodeado de polémica, el Toro de la Vega sigue celebrándose en
Tordesillas, Valladolid, cada mes de septiembre. No deja de resultar
paradójico que esta fuera una tradición prohibida durante los últimos
años del franquismo y que, décadas después y en plena democracia, España
haya asistido a la muerte de Rompesuelas. ¿Será el último toro
asesinado en Tordesillas?
CARRERA DE GANSOS
Para celebrar Santiago Apóstol, los habitantes de El Carpio de Tajo
(Toledo) cuelgan un ganso muerto de una cuerda para que distintos
jinetes vayan pasando intentando arrancarle de un tirón la cabeza al
animal. Esta tradición nació en el siglo XVI y sus orígenes parecen
estar en los Países Bajos. Antes, se hacía con gansos vivos. Aunque
ahora el animal sea decapitado una vez muerto, no parece una forma digna
de tratar a la pobre ave.
‘DISFRUTA’ DE MARRANOS
En este caso, la dignidad de humanos y animales se pierde en el
barro. Una pocilga gigante con cerdos engrasados y numerados es asaltada
por equipos formados por cuatro habitantes de Ceutí (Murcia). El
objetivo es encontrar el cerdo que tiene el mismo número que el equipo y
luchar contra el peso, la fuerza y el aceite con el que es embadurnado
el gorrino para sacarlo de ahí. Si lo logras, es tuyo. Todo muy
civilizado, claro está.
‘EMPAITADA D’ANECS’
Se trata de la versión catalana y marítima de la ‘disfrutá’. Se
celebra en Roses, Girona, cada 15 de agosto y consiste en echar
cincuenta patos al mar para que los bañistas los capturen. Absurdo e
innecesario. Una vez recogido, el pato puede servir para golpear a los
animalistas que se manifiestan.
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