Lo anuncia desde el Zulia. Nuestro calor lo abraza
mientras sentencia en su Aló Presidente: “Que no quede ni una familia
por fuera”. Se cocinaba la Gran Misión Vivienda Venezuela. Venía
maquinándolo desde 2006: tomar terrenos de Fuerte Tiuna para hacer
casas. Hizo un cálculo de dos millones en déficit habitacional, para
entonces, y se amparó en una Ley Habilitante de ayuda a damnificados
para no solo anunciar, sino concretar. Nada más en ese complejo se
hablaba de 80 hectáreas de terreno transformados en 40.000 viviendas
para 20.000 familias. Amanda ya tenía dos meses en mi barriga.
“El dinero llegó, la empresa privada llegó, el
ingeniero llegó, el arquitecto llegó. Allí estaban los edificios:
primera torre… segunda torre… ¡el dinero se acabó! (¿?) El desengaño
llegó: los apartamentos fueron vendidos y los damnificados regresaron a
su vida de zinc, quebradas y deslizamientos de tierra”.
Eso no pasó. Pasaba, según relata Neirlay Andrade
en su crónica “La Vega en dos tiempos”. Es que parecía cuento. Muy
bonito para ser cierto. Pero Chávez sabía de esa gestión de ranchos de
la derecha, la vivió. No volvería.
“¿Nos sobra petróleo? Eso hay que resolverlo”,
podría jurar que pensó, y empezaron los convenios con países potencia
como Rusia, Irán, Bielorrusia, Portugal y China. Con este último, los
acuerdos se resumen en explotar bloques petroleros y desarrollar
proyectos complementarios en el sector agrícola, industrial, tecnológico
y habitacional, sin atropellar, sin invadir, sin bloquear a nadie, sin
derecho a intervenir en asuntos soberanos. Chávez lo dejó claro. La
Corporación Nacional de Petróleo de China (Cncpc) y Petróleos de
Venezuela (Pdvsa) acordaron que Venezuela paga su deuda, de
aproximadamente 20 millones de dólares, con petróleo y combustibles
varios que suman cerca de 524.000 barriles de crudo diarios, apuntó en
2014 Ernesto J. Navarro en su nota “10 claves para entender los
convenios China-Venezuela”. Ahora deben ser más.
Caracas. Mayo, 2013. Mandato de abuela: “Usted no
puede ser una del montón, usted tiene que ser especial”, y me veo: madre
soltera, periodista, recién graduada, recién llegada a Caracas. Otra
más.
—Buenas, señora Irma, vi su anuncio en Últimas Noticias. ¿Sigue disponible la habitación en Bello Monte?
—Sí. Son tres meses de depósito y uno adelantado para verla.
Cuelgo el teléfono. Estafa.
—Buenas, señora Carmen. Llamo por la habitación en Los Dos Caminos. ¿Está disponible?
—Sí. Pido depósito de cuatro meses. ¿Estudias o trabajas?
—Soy periodista, trabajo en un medio público.
—Ah… trabajas con el gobierno… Disculpa, los chavistas no nos dan trabajo, nosotros no les daremos casa.
Cuelga ella. Intolerancia.
El barco (el país) no se hunde, pero las ratas
salen, desfalcan la tesorería nacional. Algunos ya dan la revolución por
perdida, otros pensamos por mística o conciencia, quizá ambas, que sin
Chávez nos toca a nosotros y habíamos armado el morral.
“Vas a ser mucho tiempo mi inquilina. ¿Crees que
teniendo una hija y sin casarte con un viejo con real vas a tener casa
en Caracas? Te falta madurar”. Escucho a mi primera arrendataria en La
Candelaria. Le pago 1.500 bolívares mensuales, precio aceptable por una
habitación con derecho a lavar, cocinar y dormir. Cero visitas. Cero
crías. Cero llegadas en la madrugada. Cero vida de adulta. Escucho su
retahíla durante ocho meses más.
Cada fin de semana pregunto por alquiler. En la
calle hay miradas de ternura-lástima seguidas del fatalismo
improductivo: “Está difícil”, “está jodío”, “me da lástima que estés
lejos de tu chama, pero eres joven, a lo mejor te enamoras de alguien
con plata”, “¿si eres chavista, por qué no pides casa?”, “¿por qué no te
devuelves a tu ciudad?”. Parece normal recular.
¿Qué hago aquí? No divorciar los sueños de la
realidad: ser mamá y ser mujer, trabajar, crear. Sabía de la deuda
social de este país, de tanta gente con necesidad y, lacónicamente, casi
por no dejar, me inscribí en el 0800-MiHogar y en un comité de
vivienda.
Octubre, 2014: “Al caos que impone un modelo
capitalista, hacemos una forma de vida comunitaria, de respeto,
confianza, de superación de los conflictos que surgen en la
convivencia”, cuenta el presidente Nicolás Maduro mientras entrega
viviendas a familias damnificadas. Qué vaina tan bonita, ojalá me
pasara.
Enero, 2015. La crisis. La miseria humana. 10.000
bolívares el alquiler de un hueco, sin derecho a lavar ni a cocinar y,
según los malandros arrendatarios, aumentará.
Febrero, 2015. Nuevo acuerdo con los chinos. Lo
anuncia el ex ministro para el Hábitat y Vivienda, Ricardo Molina, quien
dice que permitirá mantener el ritmo de construcción de casas y
apartamentos. No se hace viral, no se comunica como lo amerita, por todo
lo que tenemos encima, por lo coyuntural, lo urgente.
Julio, 2015. No consigo nada. El dinero no me
alcanza. La crisis de cantidad y calidad lleva al límite, pone
existencialista, confunde, cuestiona, a veces pone a guabinear, y del
otro lado del auricular: “Aguantá. Uno asume las empresas y se queda en
las buenas y en las malas. En las vacas gordas y en las flacas”. Esa es
mi mamá.
Agosto, 2015. “Buenos días, le hablamos de la
Inmobiliaria Nacional. Usted ha sido adjudicada. Necesitamos verificar
sus datos e informarle los requisitos. Esto es una central, no nos puede
contactar, le volveremos a llamar”. Cuelgan. Viene la ansiedad. A
continuación, no soltar el teléfono, dormir, bañarme, trotar, comer con
él. Aceptar ser víctima de un aparente experimento de laboratorio.
Noviembre, 2015. “Su crédito fue aprobado”.
Momento de depositar el monto de la comisión flat y el Fondo de Ahorro
de Garantía. No me exigen cuota inicial. Ese requisito se eliminó en
2012 y pienso: “Coño, esto es de verdad”.
6 de diciembre, 2015: pierde el chavismo la
Asamblea Nacional. La MUD gana por votos de autocastigo, una campaña
mediática que nos lleva una morena por falta de gestión y por ocupar
espacios que dimos por sentado y descuidamos. En su borrachera, la
derecha propone dar títulos de propiedad a los adjudicados por la Gran
Misión Vivienda (GMMV), es decir, introducir los urbanismos al mercado
inmobiliario dolarizado que carcome cualquier esperanza de tener una
casa en Venezuela.
Principio socialista: cada quien recibe según lo que necesita.
Principio capitalista: compra quien pueda. No
tenemos derecho a derechos, solo a tener o a ser propiedad. Así funciona
su sistema.
19 de diciembre, 2015: “Buenas tardes, bienvenidos
a la firma del documento multifamiliar. Ustedes ahora deben pensar en
comunidad. Estoy contenta de ser parte de un día tan importante en sus
vidas —escucho a la vocera de la Inmobiliaria Nacional—. Esto es un
esfuerzo, estamos empeñados en beneficiar al pueblo venezolano”. ¿En
este contexto? Le creo, están empeñados.
14 de enero, 2016. La última llamada. Firma del
documento unifamiliar. Me tiemblan las piernas. La revolución es un acto
de convicción y esperanza, no de fe ciega, pero nada más arrecho y
placentero que tener certezas. Que se sepa.
15 de enero, 2016. Entrega. A mi lado derecho,
Javier y Paola, una pareja sin hijos. Al izquierdo, Rosa, una abuela.
Recuerdo lo que escuché en la parroquia 23 de Enero: “El que se mete con
Chávez, se seca” y un “nos tendrán que matar” frente a la demagogia de
quien quiera apropiarse de su obra y la llamaron “Misión Maqueta”.
¿Creyeron que este era un proyecto fallido?
¿Creyeron que Chávez murió? Por ahí me dijeron “desde acá lo veo
guiñándonos un ojo” a todos.
23 de enero, 2016. Mudanza. Con crisis económica y
política, el barril de crudo por debajo de 30 dólares, sin Chávez, sin
mayoría en la Asamblea. Con 25 años. Soltera y sin prostituirme por
prebendas. Amanda y yo somos parte del más de un millón de familias que
tiene una vivienda.
Sí. Una del montón, una de tantas.
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¿MAQUETAS?
—1.294.448 viviendas han sido entregadas en distintos estados del país.
—Pese a los golpes económicos, el año 2015 tuvo el
mayor registro de entregas desde la creación de la GMVV hace cuatro
años y nueve meses. El estimado de construcción para cerrar el año fue
de 326.000 viviendas, según Manuel Quevedo, ministro de Hábitat y
Vivienda.
—El Ejecutivo fijó construir y entregar 500.000
viviendas en 2016, y ofrecer atención a 500.000 más a través de la Gran
Misión Barrio Nuevo Barrio Tricolor, política conjunta que intervino, en
2015, más de 114.000 casas e incluyó la refacción a edificios en zonas
de clase media. Lo dijo Nicolás Maduro en su mensaje anual a comienzos
de 2016.
—La meta: 3.000.000 para 2019, en el marco del Plan de la Patria 2013-2019.