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El gigante de Sabaneta. por Antonio Barrios



Caracas, 09 Mar. AVN.- Su voz sólida siempre estaba adelante con el saludo: "Epa compadre", "Como estás mi negra". En la escuela, en el asentamiento campesino, en el barrio, en la fábrica o en la empresa socialista su preocupación por la gente le salía como un impulso: ¿Qué estás estudiando? ¿Ya te graduaste? ¿Cuántos muchachos tienes? ¿De dónde eres tú?
Lo parió Elena Frías la madrugada del 28 de julio de 1954 en la calurosa Sabaneta de Barinas y fue criado por su abuela Rosa Inés Chávez en su casa de palma y piso de tierra donde nunca faltaron los pájaros y los árboles frutales.

Para sobrellevar la pobreza de su familia pronto tuvo que salir a recorrer el pueblo para vender las arañitas -dulces de lechoza- que cocina la abuela Rosa Inés, aquella que lo pinchaba con la espinita de la curiosidad echándole cuentos de la Guerra Federal y del general Ezequiel Zamora, aquella que lloró porque no tenía dinero para comprarle un par de zapatos a su nieto y reemplazar las viejas alpargatas que calzaba.
Ella también le abrió las puertas a la lectura y él luego se encontró, dentro de la enciclopedia Quillet para niños, con un texto que lo marcó: Para triunfar en la vida. "Era en realidad un recetario de opciones, y él las intentó casi todas", dijo el Nobel Gabriel García Márquez, en una entrevista que le hizo en el año 1999, y enumeró algunas de las facetas de Chávez: pintor, músico, cantante, beisbolista.
Pero las alternativas no se agotaron con el guante y la pelota, más tarde resurgió el sueño de la vida militar que tanto había recreado en su infancia con soldaditos de juguete, con tanquetas y avioncitos improvisados.
"Me hierve la sangre en mis venas"
La primera amenaza de su vida fue una culebra tragavenado que merodeaba su cuna cuando apenas tenía meses de nacido, pero en los 58 años que le quedaban por delante tendría que superar muchos más riesgos y obstáculos para cumplir un ideal que iba madurando a medida que transcurría el tiempo: justicia y equidad social.
Un día del año 2009 llamó por teléfono a una casa de Cabimas, en Zulia, y habló con Juan José, el hombre no podía caminar sin ayuda porque una viga le cayó encima cuando trabajaba en una fábrica, y la empresa le quedó debiendo salarios y liquidación porque quebró.
"¿Cuántos hay como ellos?", preguntó el presidente Chávez en un acto público del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv). "Hay muchos, los pobres. Cada día nosotros debemos tener más capacidad de atender y solucionar esa problemática".
Su sensibilidad social se remonta a sus orígenes humildes en la Sabaneta que lo vio nacer y luego se alimentó con lecturas prohibidas en unas Fuerzas Armadas controladas por la burguesía nacional y en un contexto de persecuciones y asesinatos de militantes de izquierda, pero su vocación se acentuó con sus recorridos, cuando era soldado, al ver la miseria  en  pueblos y campos de Venezuela.
"Vi a los pequeños con inmensa tristeza, con su abdomen voluminoso, de seguro lleno de lombrices de tanto comer tierra, descalzos, desnudos. Con un cuadro así, siento como me hierve la sangre en mis venas, y me convenzo de hacer algo, lo que sea, por esa gente", escribió.
La coherencia entre discurso y acción de Hugo Rafael Chávez Frías es uno de los méritos que más resaltan del líder de la Revolución Bolivariana y quizá es una de las razones por las que entrará a los altares populares, como avizoró el escritor colombiano William Ospina.
"Chávez prometió refundar la República, dotar de una nueva Constitución al país, gobernar para la mayorías excluidas, colocar el acento de su gestión en lo social, poner en marcha un nuevo modelo económico, democratizar las instituciones, garantizar la participación popular y avanzar hacia el Estado Comunal, y lo hizo", concluyó José Vicente Rangel en el libro De Sabaneta a Miraflores: El mismo subversivo.
De victoria en victoria
Tribilín le decían en su juventud por la delgadez que lo caracterizaba, "un firifirito" como diría él mismo, pero esa imagen no volvería. En 1999, cuando montado en un avión contestaba las preguntas que le hacía el Gabo, al colombiano le impresionó "el poder de su cuerpo de cemento armado". Era también el reflejo de la fuerza y la determinación.
Con ese espíritu, Chávez fundó el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR200) bajo la sombra del Samán de Güere con un juramento como el que el Padre de la Patria Simón Bolívar pronunció en el Monte Sacro y, así, él también se comprometió a no dar tranquilidad al alma ni descanso al brazo hasta no ver rotas las cadenas que oprimen al pueblo por voluntad de los poderosos.
Era 17 de diciembre de 1982, y poco antes de irse clandestinamente a aquel Samán con otros tres oficiales, había dicho un discurso ante sus pares donde se evidenciaban señas de un revolucionario en uniforme militar. Invocó al cubano José Martí que a su vez hablaba del sueño inconcluso de Bolívar en América, y Chávez añadió su visión sobre la pobreza y la desigualdad latente.
"Había un frío expectante que paraba los pelos", relató el propio Chávez. Y ante la tensión que produjeron sus palabras y de las voces que lo acusaban de político dentro de la milicia, un coronel mandó guardar silencio a los presentes.
Diez años después de aquel juramento secreto, el ideal bolivariano brotaría públicamente en una acción contundente: la Rebelión Cívico Militar del 4 de febrero de 1992, parida en medio de un nublado clima socioeconómico y sostenida por El Caracazo, un antecedente que evidenció el desgarramiento del país sometido a recetas neoliberales.
Inspirado en el Zamora que le contaba su abuela y que más tarde estudió a fondo, en el maestro Simón Rodríguez, y en el Libertador Simón Bolívar dirigió el alzamiento desde el Museo Histórico Militar de la Planicie.
Aunque en ese momento no llegó a conquistar el poder, sí quebró la historia contemporánea del país. Fue encarcelado pero ya había inmortalizado su rostro y sus ideas con un breve discurso -ante las cámaras de televisión- en el que asumió la responsabilidad del movimiento rebelde y explicó que "por ahora" no se habían logrado los objetivos. Como un aviso más que una esperanza dijo: "El país tiene que enrrumbarse definitivamente hacia un destino mejor".
En marzo se fue a las catacumbas del pueblo. Corría el año 1994 cuando salió de prisión y empezó un recorrido por el territorio nacional con un proyecto para transformar el país. "Y ese camino aquí nos lleva para que salgamos de los abismos, para que hagamos una Venezuela verdaderamente nueva", dijo una vez elegido presidente de la República.
Ganó cuatro elecciones presidenciales rozando o superando la barrera del 60% de los votos, no obstante, el apoyo popular y su resolución a cumplir con el anhelo de justicia social que tenía metido entre ceja y ceja, despertaron el enojo de la burguesía del país y foránea.
Después del acecho de la tragavenado al pequeño Hugo y de exponer su pellejo en la Rebelión del 4F, en abril de 2002 su vida volvería a estar en riesgo. Los poderosos de siempre dieron un golpe de Estado, Chávez estuvo secuestrado casi 55 horas, hasta que el pueblo venezolano se lanzó a las calles el 13 de ese mes para reclamar el regreso de su presidente.
A aquella culebra la mataron con un machete y un palo, del alzamiento militar Chávez salió fortalecido, y el 14 de abril retorna al palacio presidencial de Miraflores con un llamado a la paz y al diálogo. Otra gran victoria en un momento crucial de la historia del país.
De su humor y sus cantos
Echador de broma y dicharachero son algunas definiciones que calzan con Hugo Chávez y van en sintonía con otra de las finas descripciones dadas por el autor de Cien años de Soledad: "Tenía la gracia criolla de un venezolano puro".
A Chávez nunca le faltó la sonrisa ni la carcajada: "Revolución es amor y humor", dijo en varias oportunidades. Ni siquiera la abandonó en su última aparición pública la noche del sábado 8 de diciembre de 2012, cuando anunció que el cáncer reincidía y que se sometería con riesgos a una nueva operación. Ese día se acordó de la película de Fiebre del Sábado por la noche, y de su protagonista John Travolta, soltó entre risas: "Yo bailaba lambada, compadre".
Luchó casi dos años con la enfermedad que anunció públicamente en julio de 2011 y ese nuevo reto lo asumió con tal optimismo y ganas de vivir que no cabía espacio para la desesperanza y el ritmo del país siguió su marcha: los adultos mayores revindicados con su pensión, las madres jóvenes con el espaldarazo de una Misión Social para criar a sus hijos, y las familias más humildes mudándose a hogares dignos de la Gran Misión Vivienda Venezuela.
«Chávez está en mi casa nueva», dicen las familias. «Chávez está en la computadora Canaimita que me entregaron», dice el estudiante. «Chávez somos todos», dice el pueblo con el que Chávez se conectó desde su lenguaje sencillo, franco y llano.
El Presidente se comunicó con el pueblo como se conversa con un amigo. «Así que yo comprometido estoy, porque vengo de allí, yo nací pata en el suelo y con orgullo lo digo: soy campesino, pata en el suelo».
También comunicaba con sus cantos y sus declamaciones, afinaba su garganta y cerraba sus ojos como para sentir las melodías, y así entonaba las letras contestatarias de Alí Primera, canciones llaneras del apureño Eneas Perdomo, como Motivos Llaneros -a duo con Cristóbal Jiménez- y hasta las rancheras del mexicano Vicente Fernández. «Cuando uno se va poniendo viejo, amanece con canciones, hoy amanecí con una canción», dijo en un programa dominical Aló Presidente.
Su último canto público fue ese sábado 8 de diciembre, luego de bromear con la lambada y del duro anuncio de su recaída, a dos meses de haber obtenido otra victoria electoral con más del 55% de los votos, entonó el «Patria, Patria tuya es mi vida» que quedó en la memoria de los venezolanos.
"Venezuela ya hoy no es la misma de hace veinte años, de hace cuarenta años. No, no, no. Tenemos un pueblo, tenemos una Fuerza Armada, la unidad nacional", enfatizó el Jefe de Estado.
Antes de partir repitió: "Hoy tenemos Patria, que nadie se equivoque".
En el altar latinoamericano
Su voz sólida siempre estaba adelante con el saludo pero también con su verbo contundente y confrontador para responder ante cualquier irrespeto al país o a las naciones hermanas de América Latina y del mundo. En 2008 exigió la salida de Venezuela al embajador estadounidense en Venezuela en solidaridad con Bolivia, cuyo representante diplomático había sido expulsado por el gobierno norteamericano.
«Cuando haya un nuevo gobierno en Estados Unidos mandaremos a un embajador, un gobierno que respete a los pueblos de América Latina, a la América de Simón Bolívar carajo, váyanse al carajo yankees de mierda que aquí hay un pueblo digno, aquí estamos los hijos de Bolívar, de Guaicaipuro, de Túpac Amaru».
Su firme lucha por la integración de América Latina condujo a que tanto gobiernos progresistas como de derecha reconozcan su papel en pro de la unión del continente, su indiscutible liderazgo tuvo un reflejo en el duelo que recorrió la región y en la presencia en su funeral de todos los legítimos presidentes latinoamericanos.
«Fue bajo el impulso visionario del presidente Chávez, en abril de 2007, cuando se decidió en Isla Margarita, Venezuela, la creación de Unasur», expresó un comunicado de la Unión de Naciones Suramericanas.
Los líderes de la región destacaron el profundo impacto de Chávez en la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, un mecanismo de unidad continental sin tutelaje del norte.
Chávez defendió la existencia de un mundo pluripolar y marcó tajantemente su posición contra el imperialismo. Analistas destacan que con el líder revolucionario renació la izquierda en América Latina y el ideal progresista en el mundo tomó un nuevo aliento, luego del quiebre de la Unión Soviética.
«Las denuncias de Chávez contra el imperialismo norteamericano después de 2003 coincidían con el reconocimiento generalizado de la fragilidad y vulnerabilidad del poder económico de los Estados Unidos, su pérdida de prestigio...», expresó Steve Ellner, en el libro El fenómeno Chávez.
Su voz también enfrentó a los poderosos del mundo fuera de las fronteras venezolanas asumiendo la vocería de los pueblos, de los excluidos. En 2006 dentro la propia Asamblea General de Naciones Unidas, llamó diablo, cínico y mentiroso al entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, por hablar de paz, por decirle al pueblo libanés que hogares y comunidades quedaron atrapadas en el fuego cruzado. «¿Las bombas en Beirut lanzadas con precisión milimétrica (por Estados Unidos) son fuego cruzado?», preguntó. Detonaron los aplausos al final del discurso.
El rostro de Chávez está en las manos del pueblo, pegado en el pecho de los que lo quieren, en las calles, en las casas. El escritor colombiano William Ospina dijo que los pueblos estaban llevando a Chávez a la mitología, un hecho que considera un reconocimiento del peso de su figura en el imaginario colectivo.

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