Earle Herrera
Una cosa son las caponovelas y otra los dramáticos en general que sirven de divertimento a millones de personas. A raíz de las críticas a las primeras, he visto a algunos “semiólogos” oficiales arremeter contra escenas pendejas de cachetadas e infidelidades que, como anunciaban las viejas radionovelas, son “arrancadas de la vida misma”. No se la pongan bombita a una derecha cuyo propio drama se desliza por la calle de la amargura, entre besuqueos públicos y puñaladas traperas.
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