El socialismo en un solo país no es sostenible. Marx, Engels, Lenin, lo sabían. Meszaros identifica entre algunas condiciones para abrir la puerta al socialismo en forma sustentable, irreversible, la complementariedad dialéctica entre lo nacional y lo internacional. Se requiere un avance simultáneo en ambas esferas.
Meszaros nos dice que una relación solidaria, cooperativa, cualitativamente diferente a la existente en el capitalismo, es un requerimiento ineludible de la teoría socialista. Que el capitalismo, jerárquico y autoritario en la fábrica, no puede generar relaciones solidarias entre naciones. Eso es intuitivamente obvio.
Nos alerta que el patriotismo no puede confundirse con el chauvinismo, pues el internacionalismo socialista es inconcebible sin un respeto total por las aspiraciones del pueblo trabajador de las demás naciones. También es necesario tener en cuenta que la patria es la humanidad, bajo la relación dialéctica descrita. La crisis estructural del capital ha cerrado las rutas del socialismo evolutivo y del socialismo parlamentario. El fin de la Guerra Fría deja al Imperialismo confrontado globalmente con sus propios problemas. Y así mismo, que el internacionalismo significa reemplazar el sistema injusto por una alternativa completamente cooperativa, respetando la complementariedad dialéctica de lo nacional y lo internacional; esto sería imperativo.
Concluye que el principio de que el socialismo no puede ser construido aisladamente en un solo país sigue vigente; la tendencia destructiva del capital transnacional no puede ser superada o atemperada mediante la acción de gobiernos nacionales independientemente. Si así se intentase, bien pronto las fuerzas mundiales de la reacción se unirían contra ese país. Pero también hay que recordar que ninguna de las cuatro internacionales cumplió con las esperanzas depositadas en ellas.
Y también nos recuerda que la explotación y la opresión vino mucho antes del capitalismo, y que hay que atacar sus raíces históricas más profundas, para evitar que resurjan. Se trata de un cambio de paradigma civilizatorio. Por eso es que al hablar de Socialismo, le agregamos: en el Siglo XXI.
Un aspecto que a mi entender es crucial es que no sólo se trata de naciones sino de las transnacionales, porque, aún constituyendo gobiernos socialistas en todos los países, ellas reproducirían, si no son desarticuladas, tarde o temprano, los conflictos aplacados temporalmente. La transnacional es, a mi modo de ver, el enemigo estratégico de la humanidad.
Aunque el marco conceptual del sistema del capital es global, no puede disponer de un gobierno global, de un solo gran monopolio. Una de las contradicciones de más peso en el capitalismo, que no puede durar mucho tiempo, es entre la tendencia globalizadora del capital transnacional en el campo económico y la continuada dominación de los estados nacionales como estructura política global.
Entonces, para imponer el socialismo, la estrategia es global. Pero el imperialismo también aboga por la internacionalidad, también tiene una estrategia global. En sus planes secretos está delineado un gobierno mundial. Un centro de poder que de hecho existe, difuso en el poder coordinado de las transnacionales, el denominado Complejo Militar Industrial, representado políticamente por los EE.UU y varias organizaciones como los Bilderberger.
De modo que la gobernabilidad universal no es un paradigma de por sí, debe darse bajo ciertas condiciones. En la búsqueda del socialismo mundial propiciamos mecanismos de interacción democráticos que promuevan la multipolaridad, la solidaridad.
Los organismos multilaterales existentes están diseñados bajo preceptos neoliberales. La ONU, la OEA responden a los centros de poder del capitalismo.
A nivel regional hemos impulsado nuevos mecanismos: la CELAC destaca como un intento importante. Unasur, Mercosur, Petrocaribe, Alba son avances importantes.
A nivel mundial queda mucho por hacer. La ONU merece ser desmontada. Tal vez la estrategia de Chávez de las misiones sea la indicada: construir nuevos mecanismos nacientes mientras mueren los viejos. Se requiere una nueva organización de los Pueblos Progresistas, basada en la democracia participativa y protagónica entre los gobiernos y los movimientos sociales, que promueva la paz y el desarme, la conciliación fraterna, la solidaridad, el equilibrio ecológico, la complementariedad, que decida en base a consultas permanentes, que erradique el nefasto consenso. Tal vez podamos decir: La CELAC es a la OEA, como un nuevo mecanismo es a la ONU.
Para comenzar, una organización internacional democrática debería estar en una especie de Distrito Federal, haciendo la similitud con los Estados Federales. Es inaceptable que un organismo multilateral esté en tierras de un Estado particular que niega el acceso a su territorio a sus miembros, restringe las visas y autorizaciones de vuelo.
Venezuela y Guyana podrían dar un paso diseñando un mecanismo soberano que ponga parte del Esequibo al servicio de la democracia internacional, como sede de una nueva organización multilateral que comience a crecer para sustituir a la triste ONU. Y que sirva de sede a muchas otras organizaciones internacionales que se vayan construyendo bajo la nueva concepción multipolar, democrática, participativa, no solo de los Estados, sino de los Pueblos.
Está pendiente, entonces, la activación, de alguna forma, muy diferente a las anteriores, de la V Internacional.
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