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El Espejo El desenlace Por: José Vicente Rangel

No me coloco en el plan de profeta. Desconfío de los profetas y de las profecías. Prefiero el acierto del sentido común. La inmediatez de lo previsible. Pero en conversaciones informales sobre política, acerca de lo que deparará a los venezolanos el futuro, la conjetura se presta a especulaciones. Me explico: en una tertulia con un grupo de amigos, uno de los asistentes, joven militar con buena preparación profesional y estudioso de la realidad venezolana, luego de ratificar su condición de chavista y la disposición a defender la Constitución como sea, señalaba que la actual crisis debe tener un desenlace. 


Es esa la palabra que empleó, y lo hizo con una firmeza que disipaba cualquier duda. Cito el episodio porque se trata de algo que tiene que ver con la actual situación del país. La actitud subversiva, reiterada, pertinaz, de sectores de la oposición, ha creado un peligroso clima que extrema los efectos perversos de la polarización. Definitivamente esos sectores no creen en la democracia y el orden constitucional. Los utilizan, y cuando consideran que las circunstancias están dadas arremeten contra ellos, como ha ocurrido en diversas oportunidades. ¿Qué se plantea? Que una situación como la que vive Venezuela, de constante zozobra, de amenaza a la convivencia, de desafíos cotidianos a la legalidad, no puede ser eterna. Su persistencia tiene efectos demoledores sobre la economía, la política y la imagen del país en el exterior. Tal estado de cosas es otra manifestación, a cámara lenta, del llamado “golpe continuado”. Es parte de la secuencia que a diario tiene variadas expresiones.

La conclusión es que tal situación no puede perdurar. Ningún gobierno o sociedad la soportan. Tiene que ocurrir, tarde o temprano, lo que el amigo militar predecía: un desenlace, pacífico o violento, pero desenlace al fin al cabo. Algo que ponga punto final a la pesadilla. La pregunta, obviamente, es si el desenlace está próximo. ¿Qué características tendrá? ¿Pacíficas mediante el diálogo o, por el contrario, cruentas como suele ocurrir cuando se liberan, por el odio, las ansias de acabar con el adversario?

El Gobierno y el chavismo han garantizado durante 15 años la plena vigencia de la Constitución y respeto a las reglas de juego, en medio de múltiples agresiones. Ningún otro gobierno soportaría, sin salirse del marco constitucional, tantas provocaciones y atentados. Lo demuestra la simple comparación con los gobiernos de la IV República. En cambio, en la etapa bolivariana, la oposición ha hecho lo contrario. Cuando en abril de 2002 logró, con apoyo del empresariado, Iglesia, Alto Mando militar y EEUU derrocar al gobierno legítimo y democrático de Hugo Chávez, procedió, en el breve lapso que ejerció el poder, a derogar la Constitución, revocar los poderes públicos y perseguir con saña criminal a los chavistas en todo el país.

El desenlace de la actual situación se dará dentro de los parámetros marcados por un sector que respeta la ley y otro que la desconoce. ¿Qué hacer? La opción es imponerle el signo del diálogo al desenlace para que sea verdaderamente democrático, y encarar con firmeza el intento de que la crisis desemboque en violencia. En definitiva, el desenlace se dará en torno a la paz o la guerra. Y resulta obvio que ante la opción guerra hay que prepararse. Teniendo listo para actuar, en el momento que las circunstancias lo exijan, el binomio Pueblo-Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Un disuasivo que no falla.
 
Laberinto
 
La oposición que opera desde la MUD no puede seguir jugando con el diálogo. La otra oposición, la de López, Machado, ya se sabe que lo rechaza, y que lo hace con vehemencia. Está en otra cosa que, con el correr del tiempo, quedará en evidencia…

Pero la MUD, para sobrevivir, necesita con urgencia enseriar su posición respecto al diálogo. Debe renunciar al desplante. A estar en la mesa y abandonarla a capricho. Esta actitud no es seria, y el sector democrático que se comporta de esa manera resultará, a la postre, afectado. Se coloca en un plano de ambigüedad que beneficia a los ultras. Es la razón por la que ha perdido la calle y no avanza en la difusión de su política a favor al diálogo…

Está visto que el diálogo, que es una política seria, no se puede manejar irresponsablemente. Poner condiciones para sentarse en torno a una mesa es debilitar la iniciativa. Poner como condición para mantenerse en ese escenario que la contraparte acepte, previamente, determinadas exigencias, equivale a impulsar el fracaso. El diálogo, la voluntad de realizarlo, debe estar por sobre la contingencia menuda, puntual, y en cambio debe abrirle espacio al tratamiento de los grandes temas nacionales. Ejemplo: el económico, el social, la conformación de las instituciones, y dejar otros asuntos para el debate cotidiano…

Otro aspecto que debe estar claro -de lado y lado- es deslindar con los radicales. Maduro, que de manera consecuente viene planteando el diálogo y exaltando sus bondades, lo he hecho cada vez que las circunstancias lo exigen. No sucede igual con la oposición -me refiero, obviamente, a la democrática. Esta vacila, elude el asunto y, prácticamente, acepta el chantaje de los radicales. Pero es inaceptable coincidir en una mesa de diálogo, que entraña respeto a determinadas reglas, como la voluntad de acatar la ley, con un sector que guarda silencio -o tácitamente avala- ante la guarimba y otras acciones que se traducen en la muerte de personas y ataques a propiedades públicas y privadas. Si no hay un claro distanciamiento de quienes se proclaman demócratas y respetuosos de la legalidad, con los aventureros y terroristas, no vale la pena dialogar. Porque ese recurso excepcional que es el diálogo, expresión de madurez política, se convierte en farsa. Que conste: estas consideraciones las hace alguien que cree, apasionadamente, en el diálogo; que considera que es la única alternativa que los venezolanos tenemos para no matarnos. Precisamente lo que algunos quieren…

Siria, un país azotado por la violencia provocada por factores externos, entre otros la descarada injerencia de los EEUU y de las corruptas y despóticas dinastías del Medio Oriente, acaba de efectuar unas elecciones que confirman en la Presidencia a Basher al Assad. Elecciones cuestionadas por los gobiernos que participan en una intervención que le ha costado miles de muertos, heridos y desplazados a los sirios, pero que sin duda expresan la voluntad de la mayoría de la población. Todo indica que Siria se encamina a la estabilidad y la paz, y que la derrota militar de los mercenarios armados por Occidente confirma que cuando un pueblo resiste no hay poder sobre la tierra que lo doblegue. En Siria, los mismos intereses que acabaron con el Estado libio, que arrasaron Irak y Afganistán, no pudieron cumplir su cometido. Allí fracasó el formato injerencista del binomio EEUU-Europa con el que amenazan a Venezuela. Pero si hay unidad del pueblo y una Fuerza Armada patriota, el resultado siempre será la derrota del agresor. El fatalismo que imponían las “exitosas” operaciones en otros países, sufrió en Siria un duro revés…

El magnicidio es producto de la desesperación. Los que han fracasado en los intentos de golpe militar y la vía electoral recurren al crimen. Eso los retrata de cuerpo entero…

Coincido con Pérez Pirela en su denuncia sobre la táctica de los que dirigen la conspiración contra Venezuela, destinada a debilitar el sentimiento nacional y sembrar pesimismo en los venezolanos planteando que el caos impera en el país y que todo está perdido. Es la prédica de quienes pretenden apoderarse de nuevo del país.

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