Cuando se habla de Simón Bolívar, la gran mayoría de las referencias son románticas, como si se tratara de una especie de utopía eterna de libertad, antiimperialismo y Patria Grande. Sin embargo, la realidad es que a pesar de ser un ente de conjugación poética, por su perfección arquetípica, Bolívar fue un estadista muy detallista y estudioso.
El conocimiento del contexto histórico-político que le describe a Henry Cullen en la Carta de Jamaica, sólo se podría lograr con dos o tres vidas de estudio: Conocía a perfección lo que el llamaba el Nuevo Hemisferio y a la Europa y Asia enteras. Le preocupaba que América quedara al margen de la Revolución Industrial, porque prevía que la expansión del Reino Unido y de los Estados Unidos (EEUU) nos recolonizara, como en efecto ocurrió.
Estaba consciente de que el régimen retrógrado español llevaría al foso al imperio que había dominado la América durante tres siglos, por eso las naciones del Nuevo Hemisferio tendrían su oportunidad histórica de liberarse y de hacer el gobierno que le diera “la mayor suma de felicidad posible”.
Ante estas predicciones -que es mejor llamarlas previsiones- no se puede exponer a Bolívar como un profeta, sino como un estadista de profundos argumentos, que sólo pudieron crearse por una vida y media de estudios, o por una inteligencia prodigiosa.
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