YVKE Mundial / Clodovaldo Hernández
Mano dura. Cada vez que la opinión pública se conmueve por un suceso especialmente impactante, expertos y legos exigen al gobierno poner mano dura. Pero, ¿qué significa eso exactamente? ¿Qué pasaría si las autoridades cumplieran la tantas veces repetida promesa de endurecer la mano frente a la delincuencia?
Cuando es alguien a quien le tengo confianza el que hace ese planteamiento, procuro preguntarle exactamente a qué se refiere con la expresión mano dura. ¿Se trata acaso del faramallero "plomo al hampa" utilizado como eslogan por un zafio periodista que logró así trocarse en alcalde metropolitano? (y que terminó echándole plomo al pueblo en medio de un golpe de Estado... pero ese es otro asunto). En tal caso, ¿quién va a encargarse de echar el plomo y hasta dónde tendrá autorización para hacerlo? Son muchas las interrogantes que surgen tan pronto se profundiza un poquito en ese lugar común.
Tengo la impresión de que en la mente de algunos de los solicitantes de mano dura prevalece el recuerdo -o la leyenda, porque en realidad no lo vivieron directamente sino que se lo contaron los padres o los abuelos- del gobierno de Marcos Pérez Jiménez, el cual, para decirlo sin dobleces, mataba a los ladrones. De un modo mecanicista (diría un estudioso del materialismo dialéctico) pretenden que en el país de hoy pueden aplicarse fórmulas que funcionaban bajo una dictadura precursora de las que años más tarde asolarían al Cono Sur. Con una ingenuidad que en muchos casos no lo es, ignoran, por ejemplo, que los delincuentes del país actual son sujetos más jóvenes, dominados por un culto a la violencia que para los pelos y adictos desde muy temprano al alcohol y otras drogas, incluyendo en este renglón altas dosis de televisión violenta y videojuegos que banalizan la muerte. Todos estos son factores que no estaban en el ADN de los hampones a los que se enfrentaba la policía de Pérez Jiménez, en la aún semirrural Venezuela de los años 50.
También tengo la impresión (son solo impresiones, no cuento con ningún estudio de opinión) de que la mayoría de quienes claman por una actitud más autoritaria del Estado frente a los criminales no confía en los cuerpos policiales. Es más, la sola idea de verlos en onda de mano dura les resultaría escalofriante, pues las experiencias durante la Cuarta República (y otras, con policías regionales y locales, ya en la Quinta) han sido sencillamente terroríficas. Incluso, me atrevo a pronosticar que los primeros en poner el grito en el cielo, serían los que en las últimas horas han estado clamando por acciones enérgicas. Entonces, cuando alguien salga con lo de la "mano dura", que por favor le explique cómo es eso.
clodoher@yahoo.com
Mano dura. Cada vez que la opinión pública se conmueve por un suceso especialmente impactante, expertos y legos exigen al gobierno poner mano dura. Pero, ¿qué significa eso exactamente? ¿Qué pasaría si las autoridades cumplieran la tantas veces repetida promesa de endurecer la mano frente a la delincuencia?
Cuando es alguien a quien le tengo confianza el que hace ese planteamiento, procuro preguntarle exactamente a qué se refiere con la expresión mano dura. ¿Se trata acaso del faramallero "plomo al hampa" utilizado como eslogan por un zafio periodista que logró así trocarse en alcalde metropolitano? (y que terminó echándole plomo al pueblo en medio de un golpe de Estado... pero ese es otro asunto). En tal caso, ¿quién va a encargarse de echar el plomo y hasta dónde tendrá autorización para hacerlo? Son muchas las interrogantes que surgen tan pronto se profundiza un poquito en ese lugar común.
Tengo la impresión de que en la mente de algunos de los solicitantes de mano dura prevalece el recuerdo -o la leyenda, porque en realidad no lo vivieron directamente sino que se lo contaron los padres o los abuelos- del gobierno de Marcos Pérez Jiménez, el cual, para decirlo sin dobleces, mataba a los ladrones. De un modo mecanicista (diría un estudioso del materialismo dialéctico) pretenden que en el país de hoy pueden aplicarse fórmulas que funcionaban bajo una dictadura precursora de las que años más tarde asolarían al Cono Sur. Con una ingenuidad que en muchos casos no lo es, ignoran, por ejemplo, que los delincuentes del país actual son sujetos más jóvenes, dominados por un culto a la violencia que para los pelos y adictos desde muy temprano al alcohol y otras drogas, incluyendo en este renglón altas dosis de televisión violenta y videojuegos que banalizan la muerte. Todos estos son factores que no estaban en el ADN de los hampones a los que se enfrentaba la policía de Pérez Jiménez, en la aún semirrural Venezuela de los años 50.
También tengo la impresión (son solo impresiones, no cuento con ningún estudio de opinión) de que la mayoría de quienes claman por una actitud más autoritaria del Estado frente a los criminales no confía en los cuerpos policiales. Es más, la sola idea de verlos en onda de mano dura les resultaría escalofriante, pues las experiencias durante la Cuarta República (y otras, con policías regionales y locales, ya en la Quinta) han sido sencillamente terroríficas. Incluso, me atrevo a pronosticar que los primeros en poner el grito en el cielo, serían los que en las últimas horas han estado clamando por acciones enérgicas. Entonces, cuando alguien salga con lo de la "mano dura", que por favor le explique cómo es eso.
clodoher@yahoo.com
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