Mauricio Macri, además de ser un socio de mérito de la ofensiva derechista latinoamericana, sabe mejor que nadie que lo que se hace en los primeros cien días de gestión gubernamental es fundamental para establecer un "estilo", o en términos actuales, un "relato", sobre lo que será el porvenir.
Como ocurre con los precios de los artículos de primera necesidad, que cuando suben, luego es muy difícil que luego vuelvan a su tarifa original, Macri desafía a propios y extraños con los peligrosos Decretos Nacionales de Urgencia, dando por sentado que muy pocos de estos DNU autoritarios habrán de ser anulados por una eventual decisión del Parlamento.
Lo
que ocurre es que una vez más (ya ocurrió cuando el actual Presidente
se hizo cargo de la Gobernación de la Ciudad de Buenos Aires hace unos
años) la llamada "oposición partidaria" ha subestimado el poder que se
escondía detrás del macrismo (una pseudo-ideología que hoy hace furor
entre los escuálidos venezolanos y el uribismo colombiano), y ahora se
dan cuenta que en este primer mes de prepotente gestión, muchas cosas
han cambiado para peor. Sobre todo, afectando a importantes sectores
populares de la franja más golpeada por la crisis económica, que
obviamente no comenzó con Macri, pero que el actual Presidente acentúa
en base a recetas de manual de lo peor del neoliberalismo.
La
lista de agravios, medidas provocativas, actividades represoras y
promesas de aplicación de políticas desestructuradoras de la economía,
la soberanía y la producción cultural, es lo suficientemente importante
como para que alguien aún tenga dudas de que los cambios anunciados como
slogan electoral hoy se van transformando en molesta pesadilla de
duración indefinida.
Si
la devaluación que tanto se negó en tiempos de "Macri candidato", se
está pudiendo poner en marcha día a día, es por que ya existía un piso
para lanzarla, producido de antemano por toda la corporación
empresarial, que al igual que en Venezuela, no sólo son generadores de
recetas especuladoras sino que maniobran sobre los precios de artículos
indispensables como si fueran marionetas. La liberación del dólar (tan
requerida por sectores ligados a la inexcrupulosidad financiera y por
franjas amplias de una clase media boba) fue acompañada por otras
iniciativas como el levantamiento de las retenciones a la oligarquía
agrícola-ganadera y sus amanuenses "nuevos ricos" de la "patria sojera",
logrando en cada una de esas corridas, recompensas de millones de
dólares y una deuda de eterno agradecimiento al macrismo.
En
un andarivel complementario de esta misma gestión se inscriben otros
decretos por los cuales se plantea la revisión de la legalidad en la
contratación de empleados públicos durante los últimos años del gobierno
saliente. Una medida que podría llegar a afectar a más de 60 mil
trabajadores. Es verdad que todos los gobiernos utilizan en extremo (y
para su propio engorde de funcionarios) la capacidad laboral del Estado,
es también cierto que el kirchnerismo no perdió tiempo en ese aspecto,
pero lo que no resulta admisible es que ahora la topadora prepotente del
macrismo quiera desemplear con metodología dictatorial a miles de
hombres y mujeres que eran poseedoras de un contrato legal, y cuyo
futuro debería ser, aplicando un marco de la pregonada igualdad de
oportunidades, el de un contrato efectivo en base a sus conocimientos y
entrega en la gestiones para las que han sido convocados. Es paradójico
hablar de "cargos de acomodo" o "ñoquis K" en el área estatal nacional
(aunque los haya) cuando el propio gobierno macrista de la Ciudad tiene
atiborradas las distintas áreas de gestión con amigos, familiares y
alcahuetes de su partido, sumados a un auténtico batallón de ineficaces y
burócratas.
Lo real es que como bien
informa la Asociación de Trabajadores del Estado, en los primeros quince
días del nuevo gobierno ya se contabilizan 10 mil estatales despedidos,
amen de implementarse políticas demonizadoras del empleo público
buscando a corto plazo desmantelar los servicios públicos y achicar el
Estado, como ya lo hiciera Carlos Menem en los devastadores años 90.
Sólo
en el Senado de la Nación ha sido dejados en la calle por decisión de
la vicepresidenta Gabriela Michetti, 2035 trabajadores, en una decisión
que contó con la bochornosa complicidad del jefe de la bancada del
kirchnerista Frente para la Victoria, Miguel Pichetto. A esta cifra hay
que sumar los más de 600 cesanteados en el Centro Cultural Kirchner, y
otros más en las oficinas del AFSCA (Autoridad Federal de Servicios de
Comunicación Audiovisual), en Vialidad y en Nación Seguros.
Un
caso especial que complementa esta embestida patronal por parte del
Gobierno derechista es lo que ocurre con trabajadores que cumplían
tareas en distintas municipalidades e intendencias del Gran Buenos
Aires, como son los ejemplos de Lanús, Quilmes, Chascomús, Coronel
Vidal, Coronel Suárez, Adolfo Alsina. Cientos de despidos en cada una de
esas localidades bonaerenses y alrededor de 4.500 contratos "caídos" en
La Plata, donde los trabajadores comenzaron una serie de movilizaciones
que esta semana culminaron con durísimas cargas represivas por la
policía local. Por las redes circulan, a manera de ejemplo, las fotos y
los videos de mujeres y hombres con sus espaldas llenas de orificios por
los perdigones policiales.
Otros
trabajadores y trabajadoras puestas en la mira por Macri y sus "Chicago
boys" son los cooperativistas. Así, se quedaron sin trabajo alrededor de
2000 que cumplían funciones de mantenimiento en la ex ESMA, y la misma
amenaza pende sobre otras dependencias.
El
equipo económico macrista tampoco se ha quedado atrás en marcar el
territorio en cuanto a lo que pueden ser las próximas discusiones
salariales, y ya han anticipado, poniendo en alerta a más de un
dirigente sindical, que las paritarias tendrán un riguroso techo, pero
que además, los gremialistas deberán ser "responsables" para que los
empresarios privados no se vean tentados a pensar en despidos por falta
de "madurez" laboral por parte de los asalariados. Un chantaje sin más
vueltas.
La
política aplicada en lo social por el macrismo es transparente y
generalmente la usan profusamente regímenes similares en el continente:
generar miedo en los ocupados mostrando las escenas de lo que les
ocurre a los nuevos desocupados. Algunos, aceptando el "castigo" sin
chistar, y otros, con más dignidad y espíritu de pelea, resistiendo en
la calle a la prepotencia patronal-policial.
En
otro rubro que el macrismo se descargó con todo, es en el
comunicacional. Por un lado disolviendo el AFSCA e interviniendo en los
aspectos nodales de la Ley de Medios, poniendo toda esa estructura bajo
el mando de un Ministerio de Comunicaciones a su medida. Por el otro,
otorgándole más luz verde de la habitual a los medios concentrados,
liderados por Clarín, La Nación e Infobae, gestores de la "nueva imagen"
de un gobierno que se vanagloria de ejercer el poder sin consultar ni
siquiera a sus parlamentarios.
En
política exterior, Washington sonríe a Macri. Le agrada el tono
antichavista del nuevo presidente, sus relaciones carnales con Leopoldo
López, Capriles Radonsky o Alvaro Uribe Vélez. Festeja su complacencia
con el sionismo y las caras de enojo con Irán. Es a todas luces un "buen
vasallo" este muchacho, diría en los pasillos de la Casa Blanca, John
Kerry.
Pero
también le han surgido otros entrañables amigos al gobernante argentino.
Desde Uruguay, el converso Tabaré Vazquez, que años atrás estuvo a
punto de pedir ayuda militar a Bush para guerrear contra Argentina por
culpa de la pastera Botnia y la resistencia del pueblo de Gualeguaychú,
hoy se ha convertido en acaramelado colega de Macri y promete relaciones
encomiables.
Toda
esta ofensiva macrista puede hacerse en el plano de la oposición
institucional sin mayores palos en la rueda, por la inexplicable
lentitud con que se mueve el andamiaje parlamentario. Es sabido que el
Frente para la Victoria tiene mayoría en el Senado y un buen porcentaje
de escaños en Diputados, pero más allá de algunas declaraciones y muy
pocos amagues, siguen sin decidirse a convocar al Congreso a Sesiones
Extraordinarias. Algunos, los más, porque disfrutan de su período
vacacional en medio del incendio de la pradera por culpa de las acciones
macristas, y otros porque están trenzando sin vergüenza con el
oficialismo y también con el ex kirchnerista Sergio Massa, un aliado del
macrismo que comulga en intenciones non sanctas con gobernadores y algunos ex funcionarios que han pegado el salto sin ningún tipo de rubor.
Por
último, está la calle. La pelea en la calle. Allí donde habitualmente
se juegan los destinos de un país a cara o cruz, sin demasiadas
especulaciones. No son pocos los que están resistiendo las maniobras
disciplinadoras del gobierno. Pueden dar cuenta de ellos varios
sindicatos de base y organizaciones sociales. Aún lo hacen como
respuesta a la agenda represora de la Casa Rosada, pero otros más
precavidos están dándose cuenta sobre la marcha que si no se unen
fuerzas y no se encara una mínima coordinación en las luchas, este
primer mes de Decretos prepotentes se podría extender en el tiempo o
disfrazarse con otras vestimentas. Quizás la clave para que el engranaje
de una resistencia adecuada funcione, podría estar en gestar una fuerza
de amplio espectro ideológico pero asentada abajo y a la izquierda del
sistema actual. Peleona y formada en un alto nivel ideológico. Un arco
donde quepan todos, incluidos los miles de jóvenes kichneristas ,
siempre que unos y otros entiendan, con humildad, que para luchar contra
esta derecha pro imperialista nadie tiene ganado el liderazgo de
antemano, y que se necesita entender que el 10 de diciembre comenzó una
nueva época, que no obligatoriamente se salva con expresiones de deseos
retornistas.