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Filtraciones de los cuerpos de espionaje estadounidenses identifican
el más peligroso movimiento subversivo contra la hegemonía imperial.
Toda guerra es combate cultural que moviliza divisiones de
monopolios de la desinformación, brigadas de las publicidades,
batallones de aparatos ideológicos, quintas columnas de intelectuales
orgánicos, pelotones de bienpensantes. En el bando opuesto, la
peligrosa resistencia del pensamiento.
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Máquinas analizadoras de contenido, programas atadores de cabos,
sistemas procesadores de datos descubren operaciones cumplidas desde
mediados del pasado siglo por las peligrosas FALC, Fuerzas Alzadas de
Liberación Cultural. Cada combatiente un ejército, los ejércitos
combatientes de las FALC son autosuficientes, se mantienen de los
recursos del territorio sin apoyo de autoridades legítimas e incluso
en abierto conflicto con éstas. Los combatientes ejércitos de las FALC
brotan dondequiera como mala hierba; son semiautónomos, no se agrupan
más que transitoriamente y por peleas mutuas o amor por la anarquía no
tardan en regresar a su estado de insubordinación natural, de modo que
aniquilar uno es dejar los demás vivos y activos. Inútil buscar un
jefe para matarlo porque cada uno hace lo que le da la gana. Los
ejércitos combatientes de las FALC actúan a veces en colaboración con
fuerzas armadas insurgentes, pero sobreviven incluso al exterminio de
éstas y desde la clandestinidad piensan con redoblado furor. Se puede
inhabilitar temporariamente a los combatientes ejércitos de las FALC
arrebatándoles armamentos tales como editoriales, multígrafos o
imprentas clandestinas, pero inmediatamente inventan otros más
peligrosos como farsas políticas, Cátedras del Humor, Marchas de los
Pendejos o grafitos o películas o novelas o telenovelas o canciones o
proyectos arquitectónicos o cuadros geniales que de un bombazo
pulverizan maquinarias partidistas o industrias culturales.
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Inútil aniquilar combatientes de las Fuerzas Alzadas de la Liberación
Cultural porque los sobrevive el ejemplo; inútil comprarlos porque los
sobreviven sus obras; inútil enterrarlos vivos, cortarles las manos o
exiliarlos porque como la semilla no mueren, sino florecen. No importa
que algún gobierno haga las paces con ellos; si cae, allí estarán,
como siempre. Alzados.