Haciendo uso de la dialéctica que nos enseñó el Comandante de la Revolución bolivariana, hemos sido críticos de nuestro propio gobierno. Lo hemos sido con Hugo Chávez al frente y ahora, con Nicolás Maduro en funciones. Creemos que se han cometido costosos errores que hoy se evidencian con la reciente derrota electoral del 6D. No hace falta ser escuálido para reconocerlos ni opositor para combatirlos.
Hemos invocado la tesis, la síntesis, la antítesis y el análisis que se desprende de la dialéctica pura. Hemos intentado ejercitar lo aprendido del genio bolivariano. Hemos puesto en acción lo aprendido de la dinámica política que nos enseñaron los años productivos de la revolución.
Aun a sabiendas de que iniciábamos el transito por una utopía inspirada en el ideario de Simón José Antonio, tomamos decisiones de vida que nos comprometieron con este proceso como lo haría un esposo recién casado con su esposa.
En los años más difíciles que se vivieron y que desencadenaron en un cruento golpe de estado, en la paralización total del país y en el inicio de una guerra mediática que todavía no termina, nos terminamos de comprometer en cuerpo y alma con esta idea de Hugo Chávez de rescatar el país que nos robaron en el siglo XX.
Defendimos la utopía, en todos los campos y por todos los medios. Celebramos las subsecuentes victorias electorales que se desarrollaron como producto de esa utopía. Proceso tras proceso, se fue modelando la nueva república, y en cada etapa que avanzábamos hacia la conquista de un nuevo ideal, más y más venezolanos éramos beneficiados en lo social, lo económico, lo cultural, y lo político. Las ganancias en esas áreas eran evidentes e innegables, a pesar de la guerra informativa en contra, a pesar de la guerra económica, que a nuestro juicio, no es nueva, a pesar de la opinión de la conspiración opositora, cuya mezquindad jamás reconoció avance alguno.
Aquellos años, de prosperidad general en el país, a pesar de la verdadera guerra que conspiraba contra el proceso, también nos encontraron en el debate continuo, la critica constructiva y el intercambio de ideas. El resultado nos nutría a todos por igual y al proceso en general. Todo ello inspirado por el primer crítico y constructor, vector angular de la naciente revolución, Hugo Chávez Frías, cuyas alocuciones al país se convirtieron en clases magistrales de la nueva conciencia latinoamericana.
El mundo comenzó a conocer de nuestro proceso . Unos fueron beneficiados por el nuevo amanecer que significaba la revolución bolivariana, otros, producto de la manipulación mediática que ya era continental, se constituyeron en enemigos de la misma. Nosotros en todos los frentes, nos constituimos en defensores y vectores, al igual que millones en Venezuela y el resto del mundo pobre y explotado.
La Intensidad de los enemigos no decreció nunca, como tampoco decreció la férrea voluntad del líder indiscutible. Tanto fue así, que muchos creían en una misteriosa fuerza divina que respaldaba el fenómeno histórico, pues a cada crisis originada por el enemigo, la acción del Comandante generaba una respuesta más contundente que conjuraba cada guerra, derrotando al enemigo en todos los terrenos. No en balde de 19 procesos electorales, se venció en 18 de ellos, a pesar de todos los factores adversos.
Toda esa historia inició el siglo XXI con una nueva Carta Magna, un nuevo modelo de estado, nuevas leyes y un titánico reto de inconmensurables dimensiones y exigencias para todos los revolucionarios que perseguíamos este sueño. Más allá de horizonte conocido, se levantaba este sueño, que no era otra cosa que la utopia que nos hacía caminar.
Desafortunadamente, a nuestro lider le tocó librar la peor de la batallas, y finalmente, no fue la política o la guerra conspirativa, sino un cancer asesino lo que finalmente venció a este huracán bolivariano. Para desgracia de Venezuela y los pobres de la tierra.
Por Todas esas causas, hoy vemos con tristeza, preocupación y decepción, cómo todo aquello que se logró para beneficio de las mayorías, se tambalea como la torre de Babel, la cual por cierto, se derrumbó, no porque el proyecto fuera malo, sino porque los constructores comenzaron a hablar lenguas diferentes, lo que hizo imposible que se entendieran y, por ende, que continuaran con aquella utopia fabulada: El idioma en que se comunicaban, por efectos del creciente distanciamiento entre los constructores, fue cambiando tanto que llegaron al extremo de no entenderse entre ellos.
Ya mas nunca se volvieron a entender, pues cada uno cambió de horizonte, de aspiración y propósito. Todo aquello desencadenó en caos y desunión, y cambio de intereses. Carencia de un verdadero liderazgo. La utopía se convirtió en un imposible y la voz del pueblo, no solo dejó de ser la voz de Dios, sino que paradójicamente se convirtió en un indescifrable lamento de dolor colectivo.
La revolución bolivariana del siglo XXI, hoy sufre del mismo mal: Falta de un hilo conductor que comunique el lenguaje bolivariano al que nos tenía acostumbrados Hugo Chávez. En consecuencia, en ese proceso, cada quien está hablando en su propia lengua, y ya, el interés general por ver la cristalización de una utopía cuya inspiración nació en el alma de Simón Bolívar, que se nutrió del método científico planteado por Marx, Mariátegui, Engels y otros tantos pensadores sistemáticos, que se plantó en el horizonte de los pobres de nuestra tierra y se convirtió en visión estratégica revolucionaria, hoy se disipa pisoteado por aquellos que, en ausencia del líder y conductor, navegan en el viento de los intereses personalistas y sectarios que trae la desunión sobre la que tanto nos alertó Chávez y la cual amenaza con demoler la simiente bolivariana que tanto sacrificio significó para su líder indiscutible.
En este desmadre para el olvido, nuestros líderes, lejos de reconocer su responsabilidad en esta hecatombe que es la muerte de la revolución, continúan perdidos en un mar de confusión, haciendo llamados al pueblo a defender una derrota que habló con rigor de castigo. Más bien nos hubiera venido, que nuestro liderazgo hubiese ejercido el valor fundamental de un revolucionario, que no es otra cosa que abrirse a la critica terapéutica que se desprende del reconocimiento de los innegables errores propios. La filosofía revolucionaria resarce con honor tal práctica. Ejemplos en tal sentido son abundantes en nuestra historia contemporánea. Tanto es así, que grandes liderazgos en la historia de nuestramerica, han renacido como el ave fénix, a partir los históricos reconocimientos de sus errores, de sus derrotas y del manejo magnánimo de sus victorias.
Bolivar, Chávez, Ortega, Fidel y el Che, son algunos emblemáticos ejemplos de ello. Tal vez valdría la pena que nuestros dirigentes, si creen verdaderamente en nuestra historia y en nuestra revolución, deberían estudiar con detenimiento los casos mencionados. De ello dependerá que sigamos caminando con la vista puesta en el horizonte de la utopía, que de acuerdo a Hugo, salvará a la patria.
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