Para Ramona Alejandrina Chaurán, de 63 años de edad, trenzar la fibra de la curagua, conocimiento que ahora forma parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, es una forma de vida, una pasión y un oficio que le ha servido de sustento para levantar a su familia. Madre de seis hijos, tres varones y tres hembras, Ramona confiesa que gracias a esta planta sus sucesores ahora son profesionales. “Los eduqué a fuerza de la curagua, poco a poco, pobremente, pero lo hice. Tengo licenciados, educadores, administradores y todos ellos, en algún momento, han aprendido a trabajarla”.
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