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Chávez y Fidel de nuevo Por: Mario Silva García

Hoy amanecí con el humor de perros ¡Arrecho, pues! He repetido hasta la saciedad que se puede sentir miedo. Pero, la cobardía es un síntoma de debilidad deleznable, y quisiera agregar que no siempre se impone la razón alzando la voz o porque, como escribió Argenis Rodríguez en “Escrito con Odio”“Las bolas son el símbolo del hombre venezolano”. El problema al fin y al cabo no son las bolas. Más bien es la capacidad que tengamos de razonar y de entender hasta dónde esas bolas pueden derrotarnos en el marco de la soberbia.

Agrega Argenis Rodríguez:
“Nos sobran bolas, pero nos faltan técnicos. Contamos con muchos machos, con muchos boludos, con muchos gritones, pero carecemos de estudiantes de verdad, de intelectuales con coraje para el trabajo, que es lo único que hace a una nación. Ahí estamos gritando mucho de liberación nacional, pero no trabajamos porque tenemos que echarnos aire en las bolas para mantenerlas debidamente refrescadas”
¡Mucho cacareo y pocos huevos!
Quiero comenzar citando un extracto del discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro en la Asamblea Nacional el 27 de octubre del 2000:
“Si se me permitiera reflexionar un poco o decir en voz alta lo que pasa por mi mente y nadie lo tomase como una injerencia, les diría: Siempre he creído que con una administración eficiente y honesta, Venezuela habría alcanzado en los últimos 40 años un desarrollo económico similar al de Suecia. No pueden justificarse la pobreza y las calamidades sociales que documentos y boletines oficiales de Venezuela o revistas serias de organismos internacionales expresan.
Quienes la gobernaron desde aquellos días en que por vez primera visité este Parlamento, crearon las condiciones para el surgimiento inevitable del actual proceso revolucionario. Los que añoran el regreso a los años perdidos, no volverán jamás a ganar la confianza del pueblo si la nueva generación de líderes que hoy dirige el país logra aunar fuerzas, estrechar filas y hacer todo lo que esté en sus manos. ¿Es posible hacerlo dentro del modelo constitucional y político recién elaborado y aprobado? Mi respuesta es sí.
La enorme autoridad política y moral que emana de lo que la Revolución Bolivariana puede hacer por el pueblo, aplastaría políticamente a las fuerzas reaccionarias. La cultura y los valores revolucionarios y patrióticos que ello engendraría en el pueblo venezolano harían imposible el regreso al pasado.
Cabría otra pregunta perfectamente lógica y mucho más compleja: ¿Puede, bajo el esquema de una economía de mercado, alcanzarse un nivel de justicia social superior al que existe actualmente? Soy marxista convencido y socialista. Pienso que la economía de mercado engendra desigualdad, egoísmo, consumismo, despilfarro y caos. Un mínimo de planificación del desarrollo económico y de prioridades es indispensable. Pero pienso que en un país con los enormes recursos con que cuenta Venezuela, la Revolución Bolivariana puede alcanzar, en la mitad del tiempo, el 75% de lo que Cuba, país bloqueado y con infinitamente menos recursos que Venezuela, ha podido lograr desde el triunfo de la Revolución. Ello significa que estaría al alcance de ese gobierno erradicar totalmente el analfabetismo en pocos años, lograr una enseñanza de alta calidad para todos los niños, adolescentes y jóvenes, una cultura general elevada para la mayoría de la población; garantizar asistencia médica óptima a todos los ciudadanos, facilitar empleo a todos los jóvenes, eliminar la malversación, reducir al mínimo el delito y proporcionar viviendas decorosas a todos los venezolanos.
Una distribución racional de las riquezas mediante sistemas fiscales adecuados es posible dentro de una economía de mercado. Ello requiere una total consagración al trabajo de todos los militantes y fuerzas revolucionarias. Se dice fácil, pero en la práctica constituye un trabajo sumamente difícil. A mi juicio, en lo inmediato, Venezuela no tendría otras alternativas. Por otro lado, no menos del 70% de sus riquezas fundamentales es propiedad de la nación. No hubo tiempo suficiente para que el neoliberalismo las entregara todas al capital extranjero; no necesita nacionalizar nada.”
A ver: ¿Quién refuta al Comandante Fidel?
El venezolano -el latinoamericano-, es en esencia, heredero de las características coloniales. Tenemos todo y no tenemos nada. Podemos soñar con un proyecto fabuloso y permitir que se diluya en la discusión. Anunciamos con la incontinencia de un festival, con bombos y platillos incluidos, la filosófica experiencia de lo que deseamos y el niño terminará naciendo respondón o, en el peor de los casos, el parto extenderá su plazo hasta quedarse en el limbo de un embarazo en Macondo. Lo cierto es que somos los únicos capaces de estar defendiendo una trinchera y cayéndonos a carajazos al mismo tiempo. Mientras, el enemigo sigue avanzando y, quizás, se sorprenda de nuestra anarquía y nos permitamos la estúpida idea de entregarles la trinchera para seguir discutiendo. Con razón Chávez, entendiendo estos Cien Años de Soledad del Gabo, nos advertía una y otra vez de aquel que vendría al mundo con el rabo de cochino y nos marcaría el fin de la historia ¡Socialismo o Barbarie!
Así pasa con todo, así pasa en lo personal, así pasa en lo colectivo, y no entendemos cuán importante es el alimento espiritual diario desde una estructura o una idea, o ese maldito autobús que pasa una vez en la vida y nos pone la más dura prueba: Seguir o quedarse a mascullar de rabia por qué carajo no me monté y experimenté la hermosa tarea de trascender o de equivocarme; habrá luego tiempo infinito para arrepentirse o remendar los errores. Lo peor sería quedar con la duda.
Fidel, en ese discurso del año 2000, nos abría un marco de posibilidades dentro de lo que aún hoy sigue siendo una realidad: no hemos logrado salir del sistema capitalista. Siempre hemos lidiado nuestras contradicciones en medio de una economía de mercado. Sin embargo, la ética, la moral y la consagración al trabajo de todos los militantes y las fuerzas revolucionarias –reitera Fidel-, podrían crear las condiciones para un cambio cultural que es tan difícil de concretar mientras sigamos permitiendo que el bombardeo desde los medios nos consuma de consumismo.
Quién más que el pueblo cubano y la revolución cubana ha sufrido los embates del imperialismo con toda su maquinaria de propaganda anticomunista y acciones de sabotaje terrorista. Sin embargo y citando a Fidel, cuando en pleno derrumbe de la Unión Soviética expresó que “la revolución cubana no era ajena a esos hechos ni tampoco está en una urna de cristal”, y convocó al pueblo a enfrentar lo que, a mi juicio, fue la prueba más dura y compleja de resistencia durante el Período Especial ¿Qué pueblo en el planeta Tierra tuvo igual coraje de enfrentar sólo con sus principios y su moral tamaña campaña destinada a desaparecer el socialismo como sistema de gobierno?
Estamos en permanente guerra. La injerencia imperial, la campaña mediática inmoral de las transnacionales de la comunicación, el sabotaje diplomático y económico, ahora la alianza tripartita entre la CIA, la oposición venezolana y el narcotraficante Álvaro Uribe con su amenaza paramilitar, sólo en Venezuela, nos recuerda que no estamos en una urna de cristal. Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Argentina, Uruguay, Brasil, El Salvador, todos los países que, de una u otra forma, están empeñados en construir alianzas en el hemisferio y que, gracias al Comandante Chávez y al Comandante Fidel, podemos hoy hablar de independencia con sus particularidades. No ha sido poca cosa.    
Argenis Rodríguez habló de “un proyecto con grandes anuncios y automóviles que se desplazan a gran velocidad por las calles de una urbe azorada. Hay un cuadro cinético en cada escena. Se retrata el sexo sin amor, la soledad y el vacío espiritual de los hombres: el analfabetismo de los profesionales y su comportamiento inmoral e hipócrita”. Es nuestra maldita lucha diaria contra la tentación del consumo que nos dispersa o contra la necesidad que imponen los feudos para sobrevivir. Sin embargo, veo con esperanza y la pasión de los ingenuos, como hay Lázaros resucitando a punta de amores, acompañamientos y comprensiones, guerrilleros del alma, sin ningún ego que mostrar ni salario que perseguir, todos, con un común denominador: Chávez. La vaina es cuánto dura eso, porque hasta los edificios necesitan mantenimiento, pintura, remodelación, renovación de votos; las fisuras del tiempo finito y la constancia tecnológica hija de puta del capitalismo -el marketing le llaman-, reinventa sus opciones. Pareciera que sus crisis son mortales y Calígula sigue vivo acariciando a Incitatus, su caballo preferido y cónsul romano, muestra perversa de cómo un pendejo como Marco Rubio puede mentir descaradamente y amenazarnos con sanciones o una intervención imperial. Ellos están muy claros: Hay que destruir y exterminar el chavismo bajo todas sus formas. Sus discusiones y peleas de liderazgo nunca merman su voluntad de arrasar con nosotros ¡Están claros! ¿Y nosotros?
Hay un enemigo que pasó a fases superiores de violencia y ataques que deben ser repelidos con fuerza en la unidad, cohesionados, un puño indestructible de defensa. Chávez pregonaba la matemáticas como elemento indispensable en la elaboración de una teoría científica revolucionaria que diseñara la praxis del Socialismo Bolivariano. Desde el indoamericano de Mariátegui, pasando por Bolívar, hasta el marxismo. Pero, la emocionalidad y los errores naturales que en la pasión subyacen están por todos lados. Allí donde dos y dos no suman cuatro, porque nuestros imperfectos derechos le dan un discreto encanto a nuestras vidas, el ego encontrará su peor enemigo.
No podemos sentarnos a esperar doscientos años más y esperar que renazca otro Bolívar, otro Chávez u otra parada de autobús, a ver si la vida nos regala otra oportunidad. Entre el pragmatismo y la utopía se permite elegir. Cada uno de nosotros tendrá la fuerza de sobrevivir. Pero, cómo me enamora de la vida si tuviera la certeza de que nos acompañamos.

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