Si hay días que vuelvo cansado,
sucio de tiempo,
sin para amor,
es que regreso del mundo,
no del bosque, no del sol.
En esos días,
compañera,
ponte alma nueva
para mi más bella flor.
“Días y Flores” – Silvio Rodríguez
Tengo amigos izquierdosos, ultraizquierdosos, centroingenuos, ingenuodesesperantes, pragmáticos, anárquicofacciosos, izquierdodepresivos, izquierdocompulsivos, incluso, ¿por qué no?, izquierdoacomodados, todos con un denominador común: la lealtad de, por lo menos, desahogar juntos en secreto las emocionalidades propias que ha generado esto tan grande e inmenso que nos dejó el Comandante Chávez y, en el afán de interpretarlo, que tantas discusiones provoca. Me decía uno de ellos: “Conociste al Comandante. Piensa: ¿Qué haría el Comandante en este escenario? No podremos pensar igual jamás; como tampoco podemos ser interpretes exclusivos de su pensamiento. Pero, hagamos el intento de emocionarnos con su legado”.
Somos humanos: unos públicos, otros anónimos, otros desterrados en su propio laberinto, pero humanos. Algunas veces perdonamos de la boca para afuera; otras con el corazón o la razón. Eso sí, amamos, acaso extemporáneamente, pero amamos. Porque la historia de cada Juan, María o pueblo –la que vivimos y no contamos-, son el motivo y esencia de nuestras valentías o, mejor, de los Quijotes que resucitó o anidó el Comandante Chávez en cada uno de nosotros ¿Acaso, vemos repetir historias personales dentro de la historia de nuestro país? ¿Acaso, vamos tratando de no repetir nuestras historias personales y la historia de nuestro país? ¡No lo sé! Lo cierto es que vamos por los rincones, hurgando en la poesía, hurgando en la polis a la que arengaba Chávez, su hermosa emocionalidad, o la de Vallejo en la voz de Ernesto Che Guevara:
Hay golpes en la vida tan fuertes... Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes ... ¡Yo no sé!
Desde el reconocimiento de la pobreza y la represión como elemento fundamental de la liberación, reconocimos con Chávez al frente, la fuerza de ubicar en espacio y tiempo, nuestras reivindicaciones colectivas e individuales: Antes de, después de, el Comandante, el ahora sin él y lo que vendrá. En imágenes: la lucha traicionada, los caídos, los traidores; el 27 y 28 de febrero; el 4 de febrero; 1992 ¡a la calle!; 1998 ¡todo tiene su momento!; catorce años con el Comandante insistiendo, educando, trabajando ¡Patria! ¡Patria Grande! ¡Lucha Global! ¡Multipolaridad! ¡Socialismo, carajo! ¿Cuántas veces vimos al pueblo salir osmóticamente a defendernos del fascismo? Todas estas defensas espontaneas no se hubieran concretado sin la firme convicción de valores y emocionalidad que emanaba Chávez. Ahora, después de Chávez y con la carga hermosa e histórica de su legado: ¿Cuántas veces se le ha devuelto con responsabilidades concretas esa valentía que ha mostrado en tiempos de crisis?
Nuestro error: no haber entendido que el corazón tiene particularidades físicas ineludibles; no se rompe solamente por el desamor, se rompe desde la razón. He aquí, por qué el sujeto como núcleo central del colectivo, necesita alimentarse de la praxis y de la teoría para, aunque parezca paradójico, multiplicarse en un solo pueblo convencido de su rol e importancia.
Decía Chávez el 20 de octubre de 2012:
“La revolución política es previa a la económica, y debemos planificar. Recordemos la Unión Soviética. En la Unión Soviética no hubo democracia y socialismo. Nuestro socialismo tiene que ser nuevo y democrático. No una hegemonía democrática, hay que convencer, no imponer. La base política es la cultura comunal y ésta debe existir, no quiero seguir clamando en el desierto, no existe la comuna… Permítanme ser lo más duro en esta autocrítica: ¡Independencia o nada! ¡Comuna o nada..! ¿Cuántos ministros fueron a dormir tres días seguidos a un barrio? El poder popular no es desde Miraflores ni desde los ministerios; véanse bien la cara en los espejos… Estamos hablando de los elementos vitales de este proyecto, se trata de crear un conjunto de sistemas de coordenadas de una nueva cultura de trabajo liberado y liberador… no se trata de poner el nombre de socialista a todo ¡Eso es sospechoso..!”
¿Qué era para Chávez ir a un barrio y pasar tres días, incluso veinticuatro horas al menos? ¿Una sanción producto de su formación militar o el deseo ferviente de retornar a nuestros orígenes y recuperar el espíritu que nos ha robado la burocracia, el poder, los fraccionalismos y la cómoda incomodidad del pragmatismo? ¿Cuál es la mejor manera de entender las necesidades del pueblo? Había que entender al hombre y sus angustias; había que entender al muchacho campesino, al arañero, el de alpargatas, al que nunca divorció lo social de lo económico.
Agrega Chávez ese 20 de octubre de 2012:
“Les ofrezco mi corazón y esta mano de hierro. No tengo más opción. Mientras tenga vida, voy a ser duro, más duro de lo que he sido en mi vida. Yo tengo moral para exigir. Hay que poner el alma. Todos…”
“…La autocrítica debe ser dura, me da mucho dolor y vergüenza. Hay que buscar las causas de las fallas; debemos ser eficaces. Estamos ante el cierre de un ciclo y apertura de ciclo. Porque nosotros seríamos liquidadores de este proyecto si no lo hacemos. Véanse la cara en un espejo. Yo también. Porque tenemos una gran responsabilidad histórica ¡Cuidado! Hay contrarrevolucionarios enquistados o el corrupto que forma parte del problema. Debemos asumir todos las responsabilidades.”
Nadie puede asumirse impoluto en esta revolución. Chávez jamás lo hizo, pues su ensayo y error hasta alcanzar los resultados o el inventamos o erramos robinsoniano de la génesis Bolivariana, era una constante en este gran experimento que le llevó luz y esperanza a la América Latina y el mundo. De nuevo el común denominador: los pueblos, su alegría, la esperanza. Recordemos su paso por una de las tierras más castigadas por el imperialismo y la naturaleza, Haití. Permítanme ilustrar esa imagen imborrable. No era Chávez, ¿O, sí?, era Bolívar, carajo, corriendo al lado del pueblo; al lado de Alexandre Pétion y del primer pueblo que se liberó en Latinoamérica.
4 de noviembre de 2005, Mar del Plata, Argentina. La masa salta, salta, salta. El frío apremia, pero salta, salta, salta. Chávez con Fidel, entierran el ALCA. La masa sigue saltando, se eleva, ensordece, pasión amorosa, “¡Hasta la victoria siempre! ¡Patria o muerte, venceremos! ¡Viva el Che Guevara, carajo!” –resuena el grito de Chávez en el Estadio Mundialista de Mar del Plata.
8 de noviembre de 2008. Un recuerdo personal. Culmina Chávez su discurso en la Avenida Cuatricentenario en Valencia. Campaña electoral a gobernadores. Bajamos de la tarima, lo acompaño. Casa Militar lo rodea. Sin embargo, su acuciosa mirada no deja de estar alerta. Señala a una mujer llorando con su niña en los brazos. Ordena que la acerquen, las abraza, las mima, le duele el llanto; el rostro del Comandante, es una mueca de impotencia, de amor infinito; pregunta, hurga, delega la responsabilidad del caso. Casi de inmediato, se torna severo: “¿Cuántas horas tiene esta muchacha con su hija aquí?” –no admite respuesta, sigue severo-, “¿Qué han hecho ustedes para atenderla? ¡Tengo que ser yo! ¿Para qué están ustedes aquí?” ¿Qué capacidad tenía Chávez para reconocer en medio de la multitud una plegaria, un ruego, el dolor, la necesidad? ¿Sinergia natural masa-líder? ¿Acaso aprendimos o entendimos la importancia de ese lazo indisoluble que pasa por encima de los teóricos?
Si algo ha caracterizado a las revoluciones en el mundo, es su condición sine qua nom humanista y emocional. Ese estremecerse ante una posición digna de los liderazgos y el escalofrío que crea nudos en la garganta, porque los pueblos se ven identificados y reivindicados en su lucha liberadora que se convierte en arma poderosa, el convencimiento pleno de tener la verdad como compañera combatiente, son ingredientes que movilizan el espíritu colectivo. Ahora, cuando la emocionalidad es sustituida por la banalidad, por la vaciedad del consumismo, por una copia alienante de la publicidad que han utilizado los medios de comunicación privados, por la justificación de políticas económicas adversas a los intereses de las clases populares, aún si hipotéticamente éstas fueran oportunas o estratégicas para replegarse y ordenar un nuevo avance hacia políticas radicales que conduzcan al parto del sistema socialista, indefectiblemente terminarán confundiendo, desmovilizando al pueblo y la apatía se convertirá en enemigo letal del proceso revolucionario.
6 de enero de 2006, Chávez otra vez:
“Bienvenido el error para reconocerlo, combatirlo y convertirlo en nueva invención; mal venido el engaño, porque es mortal para un proceso revolucionario.”
Robinson presente en el pensamiento de Chávez; un latigazo que nos alerta. Sin embargo, la ultraderecha nos estudia y va generando discursos nuevos para penetrar en las clases populares, mientras disolvemos los nuestros en la ambigüedad tecnócrata pequeñoburguesa.
El amor es inherente a la revolución como la sangre al cuerpo. No el cursi o el de pazguatos, ese que se escribe en frases cortas, sin compromiso real o efectista. El amor emociona si lo multiplicamos con el sacrificio, con la perseverancia y terminamos tejiendo la voluntad de convertir la fe y la esperanza en hechos concretos.
Recordemos: “Convencer, no imponer”. Y lo dijo Chávez, carajo.
sucio de tiempo,
sin para amor,
es que regreso del mundo,
no del bosque, no del sol.
En esos días,
compañera,
ponte alma nueva
para mi más bella flor.
“Días y Flores” – Silvio Rodríguez
Tengo amigos izquierdosos, ultraizquierdosos, centroingenuos, ingenuodesesperantes, pragmáticos, anárquicofacciosos, izquierdodepresivos, izquierdocompulsivos, incluso, ¿por qué no?, izquierdoacomodados, todos con un denominador común: la lealtad de, por lo menos, desahogar juntos en secreto las emocionalidades propias que ha generado esto tan grande e inmenso que nos dejó el Comandante Chávez y, en el afán de interpretarlo, que tantas discusiones provoca. Me decía uno de ellos: “Conociste al Comandante. Piensa: ¿Qué haría el Comandante en este escenario? No podremos pensar igual jamás; como tampoco podemos ser interpretes exclusivos de su pensamiento. Pero, hagamos el intento de emocionarnos con su legado”.
Somos humanos: unos públicos, otros anónimos, otros desterrados en su propio laberinto, pero humanos. Algunas veces perdonamos de la boca para afuera; otras con el corazón o la razón. Eso sí, amamos, acaso extemporáneamente, pero amamos. Porque la historia de cada Juan, María o pueblo –la que vivimos y no contamos-, son el motivo y esencia de nuestras valentías o, mejor, de los Quijotes que resucitó o anidó el Comandante Chávez en cada uno de nosotros ¿Acaso, vemos repetir historias personales dentro de la historia de nuestro país? ¿Acaso, vamos tratando de no repetir nuestras historias personales y la historia de nuestro país? ¡No lo sé! Lo cierto es que vamos por los rincones, hurgando en la poesía, hurgando en la polis a la que arengaba Chávez, su hermosa emocionalidad, o la de Vallejo en la voz de Ernesto Che Guevara:
Hay golpes en la vida tan fuertes... Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes ... ¡Yo no sé!
Desde el reconocimiento de la pobreza y la represión como elemento fundamental de la liberación, reconocimos con Chávez al frente, la fuerza de ubicar en espacio y tiempo, nuestras reivindicaciones colectivas e individuales: Antes de, después de, el Comandante, el ahora sin él y lo que vendrá. En imágenes: la lucha traicionada, los caídos, los traidores; el 27 y 28 de febrero; el 4 de febrero; 1992 ¡a la calle!; 1998 ¡todo tiene su momento!; catorce años con el Comandante insistiendo, educando, trabajando ¡Patria! ¡Patria Grande! ¡Lucha Global! ¡Multipolaridad! ¡Socialismo, carajo! ¿Cuántas veces vimos al pueblo salir osmóticamente a defendernos del fascismo? Todas estas defensas espontaneas no se hubieran concretado sin la firme convicción de valores y emocionalidad que emanaba Chávez. Ahora, después de Chávez y con la carga hermosa e histórica de su legado: ¿Cuántas veces se le ha devuelto con responsabilidades concretas esa valentía que ha mostrado en tiempos de crisis?
Nuestro error: no haber entendido que el corazón tiene particularidades físicas ineludibles; no se rompe solamente por el desamor, se rompe desde la razón. He aquí, por qué el sujeto como núcleo central del colectivo, necesita alimentarse de la praxis y de la teoría para, aunque parezca paradójico, multiplicarse en un solo pueblo convencido de su rol e importancia.
Decía Chávez el 20 de octubre de 2012:
“La revolución política es previa a la económica, y debemos planificar. Recordemos la Unión Soviética. En la Unión Soviética no hubo democracia y socialismo. Nuestro socialismo tiene que ser nuevo y democrático. No una hegemonía democrática, hay que convencer, no imponer. La base política es la cultura comunal y ésta debe existir, no quiero seguir clamando en el desierto, no existe la comuna… Permítanme ser lo más duro en esta autocrítica: ¡Independencia o nada! ¡Comuna o nada..! ¿Cuántos ministros fueron a dormir tres días seguidos a un barrio? El poder popular no es desde Miraflores ni desde los ministerios; véanse bien la cara en los espejos… Estamos hablando de los elementos vitales de este proyecto, se trata de crear un conjunto de sistemas de coordenadas de una nueva cultura de trabajo liberado y liberador… no se trata de poner el nombre de socialista a todo ¡Eso es sospechoso..!”
¿Qué era para Chávez ir a un barrio y pasar tres días, incluso veinticuatro horas al menos? ¿Una sanción producto de su formación militar o el deseo ferviente de retornar a nuestros orígenes y recuperar el espíritu que nos ha robado la burocracia, el poder, los fraccionalismos y la cómoda incomodidad del pragmatismo? ¿Cuál es la mejor manera de entender las necesidades del pueblo? Había que entender al hombre y sus angustias; había que entender al muchacho campesino, al arañero, el de alpargatas, al que nunca divorció lo social de lo económico.
Agrega Chávez ese 20 de octubre de 2012:
“Les ofrezco mi corazón y esta mano de hierro. No tengo más opción. Mientras tenga vida, voy a ser duro, más duro de lo que he sido en mi vida. Yo tengo moral para exigir. Hay que poner el alma. Todos…”
“…La autocrítica debe ser dura, me da mucho dolor y vergüenza. Hay que buscar las causas de las fallas; debemos ser eficaces. Estamos ante el cierre de un ciclo y apertura de ciclo. Porque nosotros seríamos liquidadores de este proyecto si no lo hacemos. Véanse la cara en un espejo. Yo también. Porque tenemos una gran responsabilidad histórica ¡Cuidado! Hay contrarrevolucionarios enquistados o el corrupto que forma parte del problema. Debemos asumir todos las responsabilidades.”
Nadie puede asumirse impoluto en esta revolución. Chávez jamás lo hizo, pues su ensayo y error hasta alcanzar los resultados o el inventamos o erramos robinsoniano de la génesis Bolivariana, era una constante en este gran experimento que le llevó luz y esperanza a la América Latina y el mundo. De nuevo el común denominador: los pueblos, su alegría, la esperanza. Recordemos su paso por una de las tierras más castigadas por el imperialismo y la naturaleza, Haití. Permítanme ilustrar esa imagen imborrable. No era Chávez, ¿O, sí?, era Bolívar, carajo, corriendo al lado del pueblo; al lado de Alexandre Pétion y del primer pueblo que se liberó en Latinoamérica.
4 de noviembre de 2005, Mar del Plata, Argentina. La masa salta, salta, salta. El frío apremia, pero salta, salta, salta. Chávez con Fidel, entierran el ALCA. La masa sigue saltando, se eleva, ensordece, pasión amorosa, “¡Hasta la victoria siempre! ¡Patria o muerte, venceremos! ¡Viva el Che Guevara, carajo!” –resuena el grito de Chávez en el Estadio Mundialista de Mar del Plata.
8 de noviembre de 2008. Un recuerdo personal. Culmina Chávez su discurso en la Avenida Cuatricentenario en Valencia. Campaña electoral a gobernadores. Bajamos de la tarima, lo acompaño. Casa Militar lo rodea. Sin embargo, su acuciosa mirada no deja de estar alerta. Señala a una mujer llorando con su niña en los brazos. Ordena que la acerquen, las abraza, las mima, le duele el llanto; el rostro del Comandante, es una mueca de impotencia, de amor infinito; pregunta, hurga, delega la responsabilidad del caso. Casi de inmediato, se torna severo: “¿Cuántas horas tiene esta muchacha con su hija aquí?” –no admite respuesta, sigue severo-, “¿Qué han hecho ustedes para atenderla? ¡Tengo que ser yo! ¿Para qué están ustedes aquí?” ¿Qué capacidad tenía Chávez para reconocer en medio de la multitud una plegaria, un ruego, el dolor, la necesidad? ¿Sinergia natural masa-líder? ¿Acaso aprendimos o entendimos la importancia de ese lazo indisoluble que pasa por encima de los teóricos?
Si algo ha caracterizado a las revoluciones en el mundo, es su condición sine qua nom humanista y emocional. Ese estremecerse ante una posición digna de los liderazgos y el escalofrío que crea nudos en la garganta, porque los pueblos se ven identificados y reivindicados en su lucha liberadora que se convierte en arma poderosa, el convencimiento pleno de tener la verdad como compañera combatiente, son ingredientes que movilizan el espíritu colectivo. Ahora, cuando la emocionalidad es sustituida por la banalidad, por la vaciedad del consumismo, por una copia alienante de la publicidad que han utilizado los medios de comunicación privados, por la justificación de políticas económicas adversas a los intereses de las clases populares, aún si hipotéticamente éstas fueran oportunas o estratégicas para replegarse y ordenar un nuevo avance hacia políticas radicales que conduzcan al parto del sistema socialista, indefectiblemente terminarán confundiendo, desmovilizando al pueblo y la apatía se convertirá en enemigo letal del proceso revolucionario.
6 de enero de 2006, Chávez otra vez:
“Bienvenido el error para reconocerlo, combatirlo y convertirlo en nueva invención; mal venido el engaño, porque es mortal para un proceso revolucionario.”
Robinson presente en el pensamiento de Chávez; un latigazo que nos alerta. Sin embargo, la ultraderecha nos estudia y va generando discursos nuevos para penetrar en las clases populares, mientras disolvemos los nuestros en la ambigüedad tecnócrata pequeñoburguesa.
El amor es inherente a la revolución como la sangre al cuerpo. No el cursi o el de pazguatos, ese que se escribe en frases cortas, sin compromiso real o efectista. El amor emociona si lo multiplicamos con el sacrificio, con la perseverancia y terminamos tejiendo la voluntad de convertir la fe y la esperanza en hechos concretos.
Recordemos: “Convencer, no imponer”. Y lo dijo Chávez, carajo.
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